En esta columna, se explica por qué es muy superficial hablar de solo problemas políticos, coyunturales o incluso culturales: se desarrolla por qué el problema de base es la inmigración, sin conciencia ni moral.
Por: Horacio Giusto
California, quizás por las series y películas allí producidas, llegó a ser considerada el epítome del sueño americano; ahora ha vivido una metamorfosis profunda en las últimas décadas y en gran parte debido a la inmigración masiva procedente de México. Este fenómeno, tanto legal como ilegal, ha transformado no solo la demografía del estado, sino también su tejido social, cultural y político. A medida que los flujos migratorios han aumentado, han surgido tensiones que han llevado a un sistema político fracturado e inestable.
Desde finales del siglo XX, California ha experimentado un aumento significativo en su población hispana, en gran medida atribuible a la inmigración mexicana. Este cambio radical ha redefinido la identidad del estado, donde los hispanohablantes representan una parte importante de la población. En 2020, aproximadamente el 39% de los californianos se identificaban como “latinos”, en su mayoría de origen mexicano. Este crecimiento implicó un choque cultural en una región estadounidense, profundamente liberal de raíz anglosajona, con un paso migratorio cuyas personas provenían de una ascendencia católica.
La rápida expansión de la población ha puesto presión sobre los servicios públicos, la vivienda y el sistema educativo, como así también las formas de vida.. Las comunidades se han visto obligadas a adaptarse a una realidad adversa; los inmigrantes debieron aprender que si debían huir de los paraísos socialistas hacia una nación próspera, era precisamente porque allí no se aplicaban las políticas empobrecedoras que en gran medida fomentaron las salidas de los países tercermundistas.
La inmigración masiva, por ello, ha tenido un efecto profundo en el paisaje político de California. A medida que la población latina ha crecido, también lo ha hecho su influencia en las elecciones y en la política estatal. Sin embargo, este crecimiento ha llevado a una polarización política sin precedentes. Las comunidades se han alineado en torno a cuestiones que afectan directamente a sus intereses, como la inmigración, la educación y la atención médica. Los partidos políticos han tenido que adaptarse a esta nueva realidad y el Partido Demócrata ha encontrado un sólido apoyo en la comunidad latina. Sin embargo, esto ha llevado a una fragmentación dentro del partido, donde las voces de los diferentes grupos étnicos a menudo compiten por atención y recursos. Al mismo tiempo, el Partido Republicano ha luchado por atraer a votantes latinos, lo que ha resultado en una mayor polarización y un clima de confrontación.
La percepción de que el sistema político no refleja adecuadamente las necesidades de todos los californianos ha llevado a un sentimiento de rebelión. Grupos de activistas han surgido en respuesta a lo que perciben como injusticias, desde la lucha por los derechos de los inmigrantes hasta la defensa de la equidad racial, sin embargo no se tiene en cuenta que de entrada hubo dos modelos culturales enfrentados; por uno lados los herederos de una España que llega al mundo con la Biblia, universidad y hospitales, y por otro, herederos de una Inglaterra que llegaba con guerras, limpieza étnica y opio.. Las protestas y manifestaciones se han vuelto comunes, con demandas que van desde la reforma migratoria hasta la justicia social, pero no se atiende a aquel trasfondo cultural que marca las expectativas de lo que cada grupo entiende como “justicia”. Esta rebelión no solo se limita a las comunidades inmigrantes.
Sin embargo, en la convivencia diaria y en virtud de la batalla cultural dentro del ámbito académico, mediático y político, muchos californianos, independientemente de su origen, han comenzado a cuestionar las políticas estatales y federales que afectan a su vida diaria. El descontento ha sido alimentado por un falaz discurso fatalista en torno a la vivienda asequible, la atención médica y el cambio climático, cuyas crisis han visto un aumento en la desigualdad y la falta de acceso a recursos.
El futuro de California es incierto. Las tensiones sociales y políticas continúan creciendo; y la capacidad del estado para gestionar su diversidad y sus desafíos económicos se pone a prueba constantemente. La inmigración masiva ha creado una mixtura cultural, pero también ha expuesto fracturas profundas en la sociedad. La lucha por la cohesión social y la estabilidad política es más relevante que nunca.
En este contexto, se debe entender que hay culturas simplemente incompatibles y que quien emigra no siempre verá que sus formas de vida serán bien recibidas; si uno realmente ama su país, antes que levantar su bandera en un acto vandálico en una nación foránea, quizás debería quedarse en la propia nación trabajando por ella y combatiendo allí las injusticias.