Siempre lo han ninguneado. Lo toman de tonto, lo retan, le sacan su pasado, pero él sigue – para algunos tercamente, para otros heroicamente – en el camino de que se formalice un partido político que lo ve como el indiscutible líder, presidiendo CPAC México y siendo una cara católica visible no solo de la batalla cultural, sino de una gesta histórica contra la trata de menores.
Por: Jean Carlo Portillo
En los últimos años, Eduardo Verástegui ha pasado de ser una figura reconocida en el mundo del espectáculo a una figura que cada vez se hace notar más en el ámbito político. Fue un 24 de febrero del 2024 cuando Verástegui hizo oficial su intención de convertirse en candidato independiente a la presidencia de México. Miles o quizá millones de usuarios en redes sociales y medios de comunicación expresaron su descontento, otros su preocupación, algunos más sus burlas y difamaciones; sin embargo, también fue así con los entusiastas, hartos y esperanzados de recuperar lo que alguna vez se dice que fue México.
Eduardo pudo pasar como muchas cosas frente a los ojos de millones de mexicanos, pero nunca desapercibido. El actor que quería ser presidente hizo temblar las bases del aparato gubernamental que hoy gobierna México. Había llegado una nueva opción, una que no le debía nada a nadie y que golpeaba al oficialismo y la desde entonces llamada «opoficción» por igual. Eduardo no solo llegaba para oponerse, sino a proponer. Fueron miles los que lo comenzaron a atacar bajo el argumento de que venía a dividir el voto y siempre nos preguntamos: ¿Cuál voto?
Entre las encuestas más populares apareció una encuestadora que hoy está enterrada en la historia como uno de los mayores fraudes mediáticos en materia de encuestas políticas, el Massive Caller. Cientos de chats se llenaron de encuestas pagadas y financiadas por aquellos que denunciaban al partido oficialista precisamente por pagar encuestas. El Massive Caller difundía y apoyaba la falsa narrativa de que la candidata de la llamada opoficción de quinta, Xóchitl Gálvez, se acercaba a 7 puntos de la hoy presidente Claudia Sheinbaum. ¿El resultado? Una diferencia tan abrumadora que incluso provocó la perdida del registro de uno de los tres partidos que fueron en alianza (el PRD), nada más y nada menos que treinta y dos puntos.
El tiempo le dio la razón a Eduardo, ¿cuál voto? La narrativa de que él venía a dividir el voto se cayó por sí misma. Al final, la verdad se defendió sola. Verástegui recorrió más de quince Estados a lo largo y ancho de todo el país y el hartazgo que el pueblo de México transmitía solo encendía más las ganas de luchar por lo que Eduardo llamó el sueño mexicano. Fue sobre la Avenida Francisco I. Madero colindante al Zócalo de la Ciudad de México donde un opositor y detractor del entonces aspirante a candidato a la presidencia arribó y protagonizó un enfrentamiento de ideas y reclamos que preocuparon a los simpatizantes y auxiliares de alrededor. «¿Qué estás haciendo por México?», preguntaba. «¿Por qué quieres dividir el voto? Ni siquiera vives en México. Eres un actor, no un político. ¿Qué me dices de los abusos dentro de la Iglesia?». Tras una serie de preguntas y respuestas, lo que comenzó como un enfrentamiento público rodeado de cámaras y micrófonos que podría haber salido muy mal, terminó saliendo muy bien y demostrando la vocación de servicio de Eduardo. Quien comenzó como un detractor que llegó a confrontar, terminó dando su apoyo a quien hacia algunos minutos era lo peor que le podía pasar a la política mexicana.
🚨| Este joven confrontó a Eduardo Verástegui por los abusos que algunas personas que se hacen llamar “católicas” han hecho.
— Jean Carlo Portillo (@jeancarlopmag) November 19, 2023
Después de minutos de plática con él, hasta su firma nos terminó dando. Esto no es por partidos, es por principios. Y aquí, cabemos todos👇🏼:
Discusión… pic.twitter.com/Q4Gd9ponpx
Esta pregunta no llega del aire. Que alguien levante la mano para ser «algo» y aspirar a un cargo en la política mexicana es todo un reto. Y no es un reto por el trabajo que requiere de tierra y aire, sino porque levantar la mano contra el sistema es algo a lo que pocos se han atrevido en la historia política de México. Jugar con las piezas del sistema contra el sistema. Eduardo entró a jugar ajedrez contra una computadora que aprende y se anticipa a las jugadas de los más expertos en al arte desde la creación de chaturanga. Entró a jugar sin caballos y torres, se enfrentó a un oponente que inició la partida con dos reinas y que modificó las reglas a su conveniencia. Aún así, la mano, nunca la bajó. De ahí la pregunta, si no es él, ¿quién? Para algunos liberales y para sorpresa de pocos, opinando igual que el ala progresista de la izquierda, Eduardo era un facho fanático religioso que quería hacer de la Biblia la Constitución Política de México. Nadie ofrecía otra opción. Eso sí, siendo sorpresa para propios y extraños, alas conservadoras también se posicionaban en contra bajo la idea de que no era el momento.
Entonces surgió la siguiente pregunta:
«Es que no era ahorita. Se adelantó. No es el momento». Esos eran los cuestionamientos que aparecían cada día en redes sociales de aquellos que consideraban que la única opción, aunque indeseable, era votar por lo menos peor, Xóchitl Gálvez. Sin darse cuenta, estaban jugando con las reglas que Andrés Manuel López Obrador había establecido y con la candidata que él había escogido, y no, no me refiero a Claudia. Xóchitl Gálvez era la candidata del entonces presidente. Solo unos pocos lo decíamos abiertamente y en el fondo, eran millones los que lo intuían. Al parecer, los únicos que no se dieron cuenta o fingieron que no se daban cuenta, fueron los líderes de la opoficción que terminaron siendo aplastados por lo que se vendió como el segundo piso de la cuarta transformación. Si no era ahí, ¿cuándo?
Después de años de esperar, de quejarnos de malos gobiernos y de vivir insatisfechos con la calidad de política que posee México, ¿de verdad íbamos a seguir esperando?
Para el promedio, en México nunca es el tiempo, nunca es la forma y siempre la culpa es de todos, menos de uno mismo. Eduardo llegó para romper con esa narrativa. Una vez más, el tiempo le dio la razón.
Esto es apenas una apreciación inicial del camino que ha recorrido y sigue recorriendo Eduardo Verástegui en la política mexicana. Alguien que llegó de fuera para luchar contra el sistema. Una figura que, con la vocación de servicio y principio sólidos, llegó a levantar la mano en medio de miles de personas que buscaron la manera de bajársela a la fuerza. El actor que decidió actuar. El productor que se puso a producir.
¿Será él y el partido movimiento viva México el vehículo para generar un cambio sustancial en México? Con los pies en la tierra y la mirada al cielo, sabiendo que nosotros damos la batalla pero solo Dios da la victoria y con un poco de tiempo, lo sabremos.