Tras la publicación de un artículo que vinculaba al expresidente con figuras del escándalo Epstein, la Casa Blanca impidió que el Wall Street Journal viajara con la prensa presidencial a Escocia. El gesto ha encendido alarmas sobre una posible censura y encubrimiento al más alto nivel.
La administración Trump volvió a generar polémica esta semana al tomar una medida inusualmente hostil contra un medio de comunicación conservador: el Wall Street Journal. Según trascendió, el periódico fue excluido del grupo de prensa que acompañaría al presidente en su viaje oficial a Escocia. ¿La razón? Un artículo que abordaba posibles vínculos del mandatario con el fallecido magnate Jeffrey Epstein y su círculo íntimo.
Aunque la Casa Blanca no emitió una declaración oficial justificando la decisión, fuentes cercanas al equipo de prensa confirmaron que la exclusión fue una represalia directa. La publicación en cuestión no acusaba explícitamente a Trump de crímenes, pero sí exploraba su cercanía histórica con Epstein, su familia y varios de los implicados en la trama de tráfico sexual y abuso de menores que aún estremece a la opinión pública estadounidense.
Donald Trump y Jeffrey Epstein se conocieron en los años noventa. Existen registros de múltiples encuentros entre ambos en Mar-a-Lago, el club privado de Trump en Florida. En una entrevista de 2002 con la revista New York Magazine, Trump describió a Epstein como un “tipo fabuloso” y añadió: “Se dice que le gustan las mujeres jóvenes, tanto como a mí”. Aunque posteriormente intentó distanciarse del caso, las declaraciones y fotografías de la época sugieren una relación más cercana de lo que el expresidente estaría dispuesto a admitir.
Epstein fue arrestado en 2019 por cargos federales de tráfico sexual de menores, pero murió semanas después en su celda, oficialmente por suicidio. Sin embargo, las circunstancias de su muerte y la desaparición de cintas de vigilancia alimentaron las teorías de conspiración, que apuntan a una red de encubrimiento para proteger a figuras poderosas de ambos partidos políticos.
La exclusión del WSJ del viaje presidencial no pasó desapercibida. Organizaciones como el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) y Reporteros Sin Fronteras advirtieron que se trata de una señal alarmante para la libertad de prensa en EE.UU., especialmente viniendo de una administración que ha mostrado una relación conflictiva con los medios desde su primer mandato.
Pero el detalle más significativo es el medio sancionado: el Wall Street Journal, propiedad de Rupert Murdoch, no es precisamente un bastión progresista. El castigo no se debe a una línea editorial adversa, sino al atrevimiento de mencionar nombres incómodos. La respuesta presidencial plantea una inquietante pregunta: ¿hasta qué punto está dispuesto Trump a reescribir su propia historia?
A pesar del clamor público por conocer los nombres de quienes participaron en los crímenes de Epstein, la mayoría de los documentos judiciales han permanecido sellados o redactados. Figuras como Bill Clinton, el príncipe Andrés del Reino Unido y el propio Epstein ya han sido señaladas, pero la red de implicados podría ser mucho más amplia y poderosa.
La falta de avances concretos y la opacidad institucional generan sospechas persistentes de un pacto de silencio entre elites. En este contexto, cualquier intento de investigar —o incluso de publicar— sobre el tema se vuelve políticamente arriesgado.
El caso Epstein no solo expone una red de abuso sistemático: revela también los mecanismos de protección mutua entre políticos, empresarios y jueces. Y cuando el poder actúa para silenciar preguntas legítimas, la democracia se debilita.