Al menos 34 personas fueron asesinadas dentro de una parroquia durante la misa dominical, en uno de los atentados más brutales contra cristianos en África. El Papa León XIV expresó su dolor por el crimen, lo calificó de “ofensa directa a Cristo” y pidió a la comunidad internacional que no ignore esta tragedia.
La comunidad de Kanyabayonga, al este de la República Democrática del Congo, amaneció marcada por el horror. La mañana del domingo, durante la celebración de la misa en la iglesia de San Miguel, hombres armados irrumpieron disparando y atacando con machetes a los fieles reunidos. Al menos 34 personas fueron asesinadas de forma brutal, entre ellos niños, ancianos y madres embarazadas. El suelo de la iglesia, considerada un refugio espiritual para la comunidad, terminó teñido de sangre.
Según los informes preliminares, los responsables serían militantes vinculados al grupo islamista conocido como las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), una milicia brutal con nexos con el Estado Islámico. Aunque el gobierno aún no ha identificado oficialmente a los atacantes, los métodos, la simbología utilizada y el tipo de ataque se alinean con acciones previas cometidas por células yihadistas en la región.
La provincia de Kivu del Norte es una de las zonas más inestables del continente africano. A pesar de las misiones de paz y los esfuerzos gubernamentales, múltiples grupos armados, muchos de ellos con ideología islamista radical, operan en la zona con impunidad. Las ADF, en particular, han sido responsables de ataques a aldeas, secuestros, masacres e incluso atentados suicidas.
Organizaciones humanitarias alertan que más de 5.7 millones de personas han sido desplazadas en el país por la violencia. Muchas de ellas huyen del este, donde los grupos extremistas atacan principalmente comunidades cristianas, aprovechando la ausencia del Estado y la fragilidad institucional. La iglesia católica, por su arraigo y liderazgo espiritual en la región, se ha convertido en un blanco recurrente de estos ataques.
Desde el Vaticano, el Papa León XIV expresó su profunda tristeza ante la masacre. En un comunicado público, declaró:
“Mi corazón llora con ustedes, mis hermanos y hermanas del Congo. Este acto de barbarie, cometido dentro de la casa de Dios, es una ofensa directa a Cristo crucificado”.
El pontífice hizo un llamado urgente a la comunidad internacional para que no permanezca indiferente ante esta tragedia. “No podemos permitir que la sangre de los inocentes se derrame sin una respuesta firme, no solo en palabras, sino en acciones concretas para detener este genocidio silencioso”, afirmó.
El Papa también recordó que “la Iglesia católica en África no es una Iglesia lejana, es parte viva y doliente del mismo Cuerpo de Cristo”, y pidió a los fieles del mundo que se unan en oración y en ayuda a sus hermanos del Congo.
Diversas voces del episcopado africano se unieron al dolor expresado por el Santo Padre. Mons. Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinshasa y una de las figuras más respetadas de la Iglesia africana, denunció que este ataque “no solo busca eliminar personas, sino borrar la presencia de Cristo en nuestra tierra”.
En una emotiva vigilia celebrada en la capital, declaró:
“Cuando asesinan a nuestros fieles en la iglesia, están crucificando de nuevo a Cristo. Pero nuestra fe no será derrotada”.
Ambongo, junto con otros líderes católicos, ha exigido al gobierno congoleño y a las Naciones Unidas que refuercen la seguridad en Kivu del Norte y actúen contra la impunidad. También recordó que muchas parroquias rurales carecen de cualquier tipo de protección, lo que las convierte en blancos fáciles para los terroristas.
A pesar de la magnitud de la masacre, los grandes medios internacionales apenas cubrieron la noticia. Esta indiferencia ante el sufrimiento de los cristianos en África ha sido motivo de reiteradas denuncias por parte de obispos, ONGs e incluso la propia Santa Sede.
El Papa León XIV ha sido una de las voces más constantes en denunciar la “persecución silenciosa” contra los cristianos, especialmente en África y Asia. En anteriores discursos, ha señalado que los cristianos son el grupo religioso más perseguido del mundo, pero el menos defendido.
Mientras los cuerpos son enterrados y los sobrevivientes intentan recomponer sus vidas, la pregunta que queda es: ¿quién protegerá a los cristianos del Congo? El clamor del Papa no puede quedar solo en oraciones: exige una respuesta internacional firme, sin doble moral, sin cálculos diplomáticos.
La sangre de los mártires de Kanyabayonga clama desde la tierra. La comunidad internacional, si quiere preservar algo de su humanidad, no puede seguir ignorando el sufrimiento de los inocentes. La masacre del Congo no es solo una tragedia local: es una herida abierta en el Cuerpo de Cristo que sufre en todo el mundo.
“El Cuerpo de Cristo ha sido herido en el Congo. Todos estamos llamados a sanar esa herida con oración, justicia y compasión”.
– Papa León XIV