La tecnológica invertirá $100 mil millones en territorio estadounidense mientras Trump promete aranceles agresivos a quienes produzcan fuera.
Apple ha anunciado una monumental inversión de 100 mil millones de dólares en Estados Unidos, en una jugada que no solo reafirma su compromiso con la economía nacional, sino que también marca un punto de inflexión en su relación con la política comercial impulsada por el presidente Donald Trump. El anuncio llega en un contexto de tensiones crecientes con Asia, especialmente con China y Taiwán, por la cadena de suministro de semiconductores.
Trump, por su parte, ha reafirmado que impondrá nuevos aranceles a las empresas tecnológicas que continúen produciendo chips fuera del país, dejando claro que su administración busca una reindustrialización forzada del sector tecnológico. Esta combinación de presión política y apuesta empresarial pone a Estados Unidos en el centro de la carrera global por el dominio del hardware.
Tim Cook, CEO de Apple, declaró durante el anuncio que esta inversión representa “el compromiso más fuerte de Apple con Estados Unidos hasta la fecha”, y subrayó que los recursos se destinarán a ampliar fábricas, mejorar centros de datos y fomentar la innovación en territorio nacional. La inversión también generará decenas de miles de nuevos empleos, muchos de ellos vinculados a la manufactura avanzada y la inteligencia artificial.
Este movimiento estratégico ha sido celebrado por la administración Trump como una prueba de que su enfoque económico está funcionando, reforzando con todo el America First. “Esto demuestra que cuando Estados Unidos establece reglas claras y pone a sus ciudadanos primero, las grandes compañías responden”, afirmó el mandatario. Trump ha sido enfático en que su política de aranceles no busca castigar, sino repatriar empleos.
Los chips se han convertido en un activo estratégico en la economía del siglo XXI. El conflicto entre EE.UU. y China ha puesto en el centro del debate la dependencia tecnológica de Asia, particularmente de Taiwán. La administración Trump ha señalado con preocupación que empresas como Apple, Nvidia e Intel dependen de fundiciones extranjeras, como TSMC, para su producción.
Para contrarrestar esta situación, el presidente ha prometido imponer aranceles a las empresas que continúen produciendo chips en el extranjero. “Si quieres vender tecnología en Estados Unidos, más te vale hacerla aquí”, dijo Trump en un mitin reciente. Esta medida busca obligar a las tecnológicas a trasladar sus cadenas de producción al país, garantizando así seguridad nacional y autonomía estratégica.
Con esta inversión, Apple se suma a una tendencia más amplia de relocalización tecnológica. La empresa ya había invertido más de $90 mil millones en territorio estadounidense desde 2018, pero esta nueva cifra marca un salto cualitativo. Parte del dinero se destinará a construir nuevas instalaciones en Texas, expandir operaciones en Carolina del Norte y aumentar la capacidad de su centro de producción en Arizona.
Además, Apple anunció que trabajará con empresas locales para garantizar el abastecimiento de componentes clave, algo que podría dar origen a un nuevo ecosistema tecnológico más allá de California. En un escenario ideal para la administración Trump, este “nuevo Silicon Valley” estaría menos expuesto a las tensiones geopolíticas y generaría miles de empleos bien remunerados.
La convergencia entre los intereses políticos de Trump y las decisiones estratégicas de Apple refleja una nueva etapa del capitalismo estadounidense: una en la que la soberanía tecnológica se convierte en prioridad nacional. A pesar de las críticas por el intervencionismo estatal, lo cierto es que la presión de Washington ha dado frutos.
Apple, con su gigantesca inversión, está marcando el camino para otras empresas tecnológicas. Y si los aranceles entran en vigor, muchas no tendrán otra opción que seguir el ejemplo. En el tablero global de la tecnología, Estados Unidos parece estar dispuesto a pagar el precio necesario para recuperar el control.