Para sorpresa de nadie, ya se ha presentado la primera impugnación contra el fallo del Tribunal Supremo británico que estableció que, según la Ley de Igualdad, “mujer” significa mujer biológica. Victoria McCloud, presentada en los medios como la “primera jueza transgénero” del Reino Unido, ha demandado al Estado británico ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Alega que el Supremo vulneró su derecho a un juicio justo (art. 6 del CEDH) al impedirle intervenir en el proceso For Women Scotland Ltd. v. Scottish Ministers, y que no se dio voz a grupos trans mientras sí se permitió la participación de asociaciones críticas con la ideología de género. McCloud, un varón que se identifica como mujer, renunció en 2024 a su cargo judicial y se trasladó a Irlanda, alegando que ya no era posible ser “trans y juez” en el Reino Unido. En su escrito sostiene además que el fallo del Supremo atenta contra su “identidad” y derechos protegidos por los artículos 8 y 14 del Convenio, al no reconocer el “sexo” de quienes poseen un Certificado de Reconocimiento de Género.
Según su argumento, la decisión judicial deja a unas 8.500 personas “en un limbo legal”, obligándolas a usar espacios masculinos o a ser tratadas como hombres en casos de violencia o registros policiales. McCloud desestima así la necesidad de preservar espacios exclusivos para mujeres, contraviniendo la definición biológica ratificada por la Corte. Aquí se muestra la raíz del problema porque se confunde el derecho a ser tratado con dignidad, que corresponde a toda persona, con el supuesto “derecho” a redefinir la propia naturaleza. Ciertamente, para el realismo filosófico, el ser humano no puede cambiar su esencia, pues ésta está dada por Dios y expresada en la forma corporal. La verdad del ser no depende de la voluntad subjetiva.
El protagonista dijo: “Ahora somos dos sexos a la vez… Nos dicen que debemos usar espacios peligrosos como vestuarios y baños masculinos cuando tenemos anatomía femenina. Si nos violan, debemos acudir a la crisis por violación masculina. Nos registran policías hombres, para ‘proteger’ a las policías mujeres de, supongo, nuestra anatomía femenina”. McCloud desestima la defensa de espacios específicos para mujeres alegando que él es “mujer”, en contradicción con la biología y el fallo del Tribunal Supremo.
En paralelo, For Women Scotland, el grupo feminista que ganó el caso inicial, ha criticado al gobierno escocés por retrasar la aplicación del fallo, especialmente en materia escolar y penitenciaria, y no descarta nuevas demandas. Si el TEDH diera la razón a McCloud, el Reino Unido podría verse forzado a legislar de nuevo o reabrir el caso, aunque no parece probable por cuanto el tribunal europeo suele actuar con cautela en cuestiones tan divisivas, por las implicaciones políticas en toda Europa. En verdad, el intento de McCloud es grave porque busca obligar a los tribunales y gobiernos a legislar en contra de la realidad. Se instrumentalizan los mecanismos de protección de derechos humanos, supuestamente pensados para garantizar la justicia, con el fin de imponer una ideología que niega la diferencia sexual inscripta en la creación. Esta subversión del derecho es una perversión total porque se usa lo justo para sostener lo injusto. Además, el argumento de McCloud (que el fallo del Supremo deja a miles de personas en un “limbo legal”) es un ejemplo claro de cómo se absolutiza un deseo individual y se lo coloca por encima del bien común. La protección de los espacios femeninos en escuelas, cárceles o servicios sanitarios responde a la justicia y a la prudencia, pues asegura el derecho de la mujer a la intimidad y a la seguridad.
Tal como se ve, este caso muestra una vez más cómo la ideología de género busca imponerse incluso en los más altos tribunales.