La verificación de edad en internet ya no se limita a proteger a los menores, sino que avanza hacia la creación de un sistema donde todos los usuarios deban incorporarse a identidades digitales y someterse a controles biométricos. La identificación digital y los escaneos faciales se están convirtiendo en auténticos pasaportes para acceder a la red, impulsados tanto por nuevas leyes como por políticas de grandes compañías tecnológicas.
En 2018, el Foro Económico Mundial anticipó que la identidad digital sería la llave de acceso a información y servicios en línea, y siete años más tarde esa predicción se cumple: el reconocimiento facial y la identidad digital se imponen como requisito para navegar en internet. Bajo el argumento de la “seguridad infantil”, estas medidas terminan afectando la libertad y privacidad de todos, y aunque algunas se presentan como voluntarias, pueden transformarse en obligatorias en cualquier momento.
Se cita de hecho: “Esta identidad digital determina a qué productos, servicios e información podemos acceder o, por el contrario, qué nos está vedado”, anunciado en el Foro Económico Mundial, “Identidad en un mundo digital: Un nuevo capítulo en el contrato social”, durante septiembre de 2018.
En la Unión Europea, la Comisión Europea está probando una aplicación de verificación de edad vinculada a la Cartera de Identidad Digital Europea, que se promociona como modular y respetuosa de la privacidad, y que permitiría demostrar mayoría de edad sin exponer otros datos personales. En el Reino Unido, la nueva Ley de Seguridad en Línea permitirá a las plataformas reducir la visibilidad de los usuarios no verificados, lo que en la práctica significa que quienes no se sometan a un control digital o a un escaneo facial podrían ser marginados o silenciados.
Internet passport / Digital ID / Age Verification prototype from the European Commission built on the EU Digital Identity Wallet frameworkhttps://t.co/ExjzJK8UGd pic.twitter.com/L4o00wNVyC
— Tim Hinchliffe (@TimHinchliffe) August 6, 2025
En Australia, hoy la verificación digital de edad es voluntaria, a través de aplicaciones de identidad que comparten atributos sin almacenar datos o mediante escaneos faciales únicos que estiman la edad sin conservar la información. Sin embargo, esa voluntariedad puede invertirse de un día para otro. En Estados Unidos, la ley conocida como Kids Online Safety Act aún no ha sido aprobada, pero contempla estudios sobre distintos métodos de verificación que incluyen tarjetas de crédito, identificaciones oficiales, tokens físicos e incluso reconocimiento facial. Además, algunos estados ya ensayan esquemas que trasladan la responsabilidad a los padres en lugar de a las plataformas.
A esta presión regulatoria se suman las políticas de las grandes tecnológicas. Google y YouTube ya exigen en algunos casos verificar la edad mediante identificación oficial o tarjeta de crédito, además de usar inteligencia artificial que estima la edad a partir del historial de búsqueda y el comportamiento del usuario. Si la IA se equivoca, el usuario debe enviar documentos oficiales para confirmar su mayoría de edad. Spotify, por su parte, está probando en ciertos mercados tecnologías de estimación de edad con sistemas propios y en alianza con la empresa Yoti, que incluyen escaneos faciales para verificar a los usuarios.
En conjunto, estas iniciativas configuran un panorama en el que la identidad digital y la biometría ya no son opcionales, sino la nueva frontera que condicionará el acceso mismo a internet. De hecho, la Comisión Europea, Solución de verificación de edad de la UE, julio de 2025, sostuvo: “Basada en el sólido marco de la Monedero de Identidad Digital Europea, esta solución de verificación de edad, fácil de usar y que preserva la privacidad, permite a las personas demostrar su elegibilidad para servicios en línea con restricciones de edad, como aquellos restringidos a adultos, sin revelar más información personal de la absolutamente necesaria”.
Lo que antes parecía una opción, ahora se está convirtiendo en una obligación. El llamado “pasaporte digital” ya no es solo una herramienta para navegar por Internet, sino que se transforma en la llave que abre o cierra tu acceso a la información, a la libertad de expresión y a la posibilidad de relacionarte con los demás. Toda la persona comienza a quedar registrada; desde tus transacciones financieras, tus gustos de consumo, tu historial médico y hasta tus hábitos más cotidianos pasan a formar parte de un sistema que te identifica y te clasifica. En el fondo, estas medidas no buscan tanto protegerte como controlar cada aspecto de tu vida. Así, tanto las entidades públicas como privadas terminan con un conocimiento íntimo de tu persona, de modo que pueden incentivarte, presionarte o incluso manipularte para que cumplas con lo que ellos consideran tus “obligaciones”.