Durante su Audiencia General del 17 de septiembre en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV hizo un renovado llamamiento a la paz en la región de Gaza, pidiendo un alto el fuego inmediato, la liberación de los rehenes y el retorno a las negociaciones diplomáticas basadas en el derecho internacional humanitario.
“Expreso mi profunda cercanía al pueblo palestino de Gaza, que sigue viviendo con miedo y sobreviviendo en condiciones inaceptables, desplazado por la fuerza, una vez más, de sus propias tierras”, afirmó.
Las declaraciones del Papa se produjeron en medio de una nueva operación terrestre israelí en la ciudad de Gaza, iniciada el 16 de septiembre. La campaña militar, dirigida a atacar bastiones de Hamás, ha intensificado el conflicto y ha contribuido a un mayor desplazamiento de civiles, con la huida de muchos residentes de la zona. El Papa León XIII ha estado en contacto directo con la Iglesia Católica de la Sagrada Familia en Gaza y se le informó que la parroquia alberga a unas 450 personas y les proporciona ayuda humanitaria en medio del conflicto.
Refiriéndose a la dimensión moral más amplia, el Papa León recordó a los oyentes la santidad de toda vida humana.
“Ante Dios Todopoderoso, quien ordenó ‘No matarás’, y ante toda la historia de la humanidad, toda persona tiene siempre una dignidad inviolable que debe ser respetada y defendida”, dijo. “Reitero mi llamado al alto el fuego, la liberación de los rehenes y una solución diplomática negociada, con pleno respeto al derecho internacional humanitario”.
El llamamiento del Papa sobre la crisis humanitaria en Gaza siguió a una catequesis del Sábado Santo, que describió como un momento no de ausencia sino de “expectativa, una plenitud contenida, una promesa guardada en la oscuridad”.
Reflexionando sobre el entierro de Cristo, habló de un «descanso» que no proviene del agotamiento, sino del amor llevado al máximo. El Sábado Santo, señaló, invita a los fieles a reconocer que, incluso en la quietud, Dios está obrando.
«En el sepulcro», dijo el Papa, «Jesús, la Palabra viva del Padre, guarda silencio. Pero es precisamente en ese silencio donde la nueva vida comienza a fermentar».
Animó a los creyentes a abrazar las pausas y las incertidumbres de la vida no como vacíos, sino como terreno fértil donde la esperanza puede echar raíces.
Incluso nuestro tiempo ‘inútil’, el de las pausas, el vacío, los momentos estériles, puede convertirse en el seno de la resurrección —dijo—. Todo silencio acogido puede ser la premisa de una nueva Palabra. Todo tiempo suspendido puede convertirse en un tiempo de gracia, si se lo ofrecemos a Dios.