En su Audiencia General del 30 de julio en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV concluyó su serie catequética sobre el ministerio público de Jesús con una meditación sobre la curación, la conexión humana y el poder de la intimidad divina en un mundo desconectado.
Basándose en Marcos 7,31-37, el Santo Padre ofreció una conmovedora reflexión sobre la curación por parte de Jesús de un hombre sordo y mudo, cuya condición refleja una dolencia espiritual contemporánea.
En una época marcada por la hiperconectividad y un profundo aislamiento emocional, el Papa León lamentó la «bulimia de conexiones en las redes sociales» que satura a las personas con información contradictoria y a menudo distorsionada. Esta avalancha de contenido, afirmó, genera una «tormenta de emociones contradictorias» y tienta a las personas a refugiarse en el silencio, cerrándose a la comunicación significativa y a las relaciones vulnerables.
En este contexto, el Papa encontró relevancia en el relato evangélico de un hombre incapaz de oír o hablar, sugiriendo que tal vez eligió “no hablar más porque no se sentía comprendido”.
El hombre no se acerca a Jesús solo; otros lo llevan. Esto, dijo el Papa León, refleja el papel de la Iglesia: una comunidad que lleva a los heridos a Cristo, no con condenación, sino con compasión.
El comportamiento de Jesús puede parecer extraño al principio, pues toma a esta persona aparte (v. 33a). De esta manera, parece enfatizar su aislamiento, pero, al observarlo más de cerca, nos ayuda a comprender qué se esconde tras el silencio y la cerrazón de este hombre, como si Jesús hubiera percibido su necesidad de intimidad y cercanía.
Jesús toca los oídos y la lengua del hombre, y con una sola palabra: “Ephphatha”, es decir “Ábrete”, cura no sólo sus sentidos, sino quizás también su corazón, señaló el Papa.
El Papa León enfatizó la naturaleza personal de este encuentro. Jesús no pronuncia un gran discurso ni hace un milagro desde lejos; al contrario, demuestra que la sanación comienza con la cercanía.
«Jesús ofrece una cercanía silenciosa», dijo el Papa. «Toca, entra en el dolor».
El Papa relacionó este Evangelio con desafíos más amplios de hoy: el entumecimiento emocional, las palabras mal entendidas y la soledad de la vida moderna.
“Podríamos llegar a preferir no sentir nada más”, dijo. “Incluso nuestras palabras corren el riesgo de ser malinterpretadas, y podemos sentirnos tentados a encerrarnos en el silencio, en una incomunicación donde, a pesar de nuestra cercanía, ya no podemos decirnos las cosas más sencillas y profundas.
Refiriéndose al ciego que Jesús sanó, el Papa dijo que es como si Jesús dijera: «¡Ábrete a este mundo que te asusta! ¡Ábrete a las relaciones que te han decepcionado! ¡Ábrete a la vida que has renunciado a afrontar!». Encerrarse en uno mismo, de hecho, nunca es una solución.
Pero esta sanación, recordó el Papa a los fieles, no es el fin, sino el comienzo del discipulado. Jesús le dice al hombre que no proclame lo sucedido, un recordatorio de que la verdadera comprensión de Cristo solo se logra caminando con él, especialmente a través de la cruz. «No hay atajos», dijo el Papa, «para convertirse en discípulos de Jesús».
Al final de la audiencia, el Papa León reiteró su llamamiento tras el atentado terrorista del 27 de julio en Komanda, República Democrática del Congo, donde más de 40 cristianos fueron asesinados. Calificando el ataque de “brutal”, el Papa encomendó a las víctimas a la misericordia de Dios e instó a los líderes internacionales a actuar con decisión para prevenir este tipo de violencia.
También conmemoró el próximo 50º aniversario del Acta Final de Helsinki, subrayando su legado de promoción de la libertad religiosa y el diálogo durante la Guerra Fría.
“Hoy, más que nunca”, afirmó, “es esencial salvaguardar el espíritu de Helsinki: perseverar en el diálogo, fortalecer la cooperación y hacer de la diplomacia la vía preferida para prevenir y resolver conflictos”.