En una columna reciente, el Arzobispo de Chicago, Cardenal Blase Cupich, insistió en que la celebración de la Misa Tradicional en Latín aprobada por el difunto Papa Benedicto “empobrece” a la Iglesia.
En su artículo de opinión publicado la semana pasada en el Chicago Catholic, el cardenal Cupich intentó resumir la reunión que el Papa Francisco tuvo el 6 de febrero con el Dicasterio para el Culto Divino del Vaticano, del que Cupich es miembro.
Según Cupich, el Pontífice insistió en que el propósito del Vaticano II era
reformar la Iglesia en sus dimensiones fundamentales: hacer crecer cada día más la vida cristiana de los fieles; adaptar mejor las instituciones sujetas a cambios a las necesidades de nuestro tiempo; fomentar aquello que pueda contribuir a la unión de todos los creyentes en Cristo; revitalizar aquello que sirve para llamar a todos al seno de la Iglesia. Es una tarea de renovación espiritual, pastoral, ecuménica y misionera.
“Como observó el Papa Francisco: ‘Es como decir: Sin reforma litúrgica, no hay reforma de la Iglesia’”, escribió Cupich.
“¿Por qué la reforma litúrgica es central para lograr la reforma de la iglesia? Porque los bautizados se forman en y desde la liturgia”, escribió el cardenal de Chicago.
“Es en este contexto que llegamos a apreciar la clara enseñanza del Papa Francisco ofrecida hace casi tres años”, escribió el Cardenal, insistiendo en que “los libros litúrgicos promulgados por San Pablo VI y San Juan Pablo II, de conformidad con el decretos del Concilio Vaticano II, son la expresión única de la ‘lex orandi’ del Rito Romano”, citando el motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco.
De hecho, Traditionis Custodes limitó drásticamente la celebración de la Misa en lo que se conoce como la “forma extraordinaria” o Misa Tradicional en Latín (TLM).
“Sin nuestra celebración de la liturgia reformada, corremos el riesgo de empobrecer el modo de vida cristiano y la vida de toda la iglesia”, afirmó Cupich en su artículo de opinión.
En 2007, el Papa Benedicto XVI concedió la autorización universal para la celebración de la TLM en todas las diócesis del mundo con su carta apostólica Summorum Pontificum.