Jamie Reed, extrabajadora de un centro de terapias hormonales y servicios de “reasignación de género”, incluso a menores de edad, expuso las tragedias disfrazadas de “ciencia” que vivió durante su tiempo en ese centro. En el relato de Reed, autodenominada queer e izquierdista, descubrimos la falta absoluta de seriedad en esta industria, médicos y terapeutas incluidos. El centro, por ejemplo, recibía niños con problemas psiquiátricos graves que eran sometidos a estas “terapias”.
El Washington Examiner informó que “una extrabajadora de la salud dijo que el centro de transexuales para el que trabajó estaba rompiendo la promesa que los profesionales médicos hacen a sus pacientes de “no hacer daño””.
“Jamie Reed”, continúa el Examiner, “una “mujer queer… políticamente a la izquierda de Bernie Sanders”, según sus palabras, escribió un revelador artículo en el Free Press, en el que planteaba varias preocupaciones sobre sus cuatro años de trabajo para el Centro de Transexuales de la Universidad de Washington en el Hospital Infantil de San Luis. Reed dijo que, entre otros problemas, la clínica no tenía “protocolos formales” sobre cómo tratar a los niños que sufren disforia de género””.
“Los médicos codirectores del centro eran esencialmente la única autoridad”, escribió Reed, citada en la publicación. “Éramos un equipo de unos ocho, y sólo otra persona planteó el tipo de preguntas que yo tenía. Cualquiera que planteara dudas corría el riesgo de ser llamado transfóbico”, continúa citando el Examiner.
El artículo también da cuenta de que “Reed, que dijo haber trabajado como gestora de casos en la clínica, detalló lo laxo que era el proceso para conseguir que los pacientes se hormonaran para alterar su apariencia al género opuesto. Afirmó que los médicos recomendaban pacientes a los terapeutas, que daban su aprobación para iniciar el tratamiento tras sólo una o dos visitas, y añadió que “les ofrecíamos una plantilla sobre cómo redactar una carta de apoyo a la transición””.
Reed, continúa la nota, “también alegó que la clínica acogía a niños de la “unidad de hospitalización psiquiátrica” que no estaban mentalmente sanos”.
“La salud mental de estos niños era muy preocupante: había diagnósticos como esquizofrenia, trastorno de estrés postraumático, trastorno bipolar y otros. A menudo ya tomaban un puñado de fármacos”, escribió Reed, según cita el artículo.
Como ya es habitual, la publicación señala que “Reed también alegó que las críticas hacia las políticas del centro no eran bien recibidas dentro de la clínica, y afirmó que le dijeron que “tenía que dejar de cuestionar la ‘medicina y la ciencia’, así como su autoridad””.
“Se supone que los experimentos se diseñan cuidadosamente. Se supone que las hipótesis deben probarse éticamente. Los médicos con los que trabajé en el centro transgénero decían con frecuencia sobre el tratamiento de nuestros pacientes: ‘Estamos construyendo el avión mientras lo pilotamos’. Ningún niño debería ser pasajero en ese tipo de avión”, escribió Reed, según detalla la nota.
Puede leer el artículo completo en inglés aquí.
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Foto: Taylor Heeny / Unsplash