La decisión radical del Reino Unido de despenalizar el aborto hasta el nacimiento probablemente desencadenará un movimiento pro vida similar al de Estados Unidos, argumentó esta semana la comentarista política galesa Sarah Vine.
El 17 de junio, el Parlamento votó 379-137 a favor de despenalizar el aborto, eliminando así protecciones legales cruciales para los no nacidos. Líderes católicos y defensores de la vida criticaron la medida como un ataque directo tanto a las mujeres como a los no nacidos, según informó CatholicVote. Si bien la mayoría de los abortos después de las 24 semanas siguen siendo técnicamente ilegales, las autoridades ya no pueden procesar ni investigar a las mujeres que se someten a abortos antes del parto.
En un artículo publicado en el Daily Mail, Vine condenó la decisión como “moralmente indefendible” y acusó al Parlamento de autorizar “el asesinato, sancionado por el Estado, de fetos que serían totalmente viables si se les permitiera nacer”.
Si bien reconoció que “de ninguna manera está en contra del aborto”, Vine criticó duramente al Parlamento por borrar incluso los límites más básicos.
“Las mujeres tienen derecho a la autonomía sobre sus cuerpos”, escribió. “Pero, como en todo, hay límites: morales y médicos”.
Vine atribuyó la rápida expansión de la disponibilidad del aborto a las políticas de la era de la pandemia que eliminaron las garantías médicas, permitiendo a las mujeres obtener píldoras abortivas de forma remota, sin ninguna supervisión en persona.
Advirtió que este modelo de telemedicina invita al abuso, señalando que, si bien solo tres mujeres habían enfrentado procesos judiciales por abortos ilegales en los 160 años anteriores, ya se han producido seis procesos desde que entró en vigor la política de la píldora a distancia.
Vine también rechazó los intentos de enmarcar el debate como una cuestión de “derechos de las mujeres”, insistiendo en que el aborto es fundamentalmente una cuestión de derechos humanos. Señaló a la diputada laborista Tonia Antoniazzi, quien impulsó la enmienda de despenalización y ahora presiona para ampliar aún más la inmunidad legal de los proveedores de servicios de aborto y las parejas involucradas.
“Esta es precisamente la clase de locura que le da mala fama al feminismo”, escribió Vine. “Porque, claro, todo el asunto se ha replanteado como una cuestión de ‘derechos de las mujeres’, lo cual no es en absoluto. Es una cuestión de derechos humanos: el derecho de una persona a la vida, frente al derecho de otra a quitársela sin temor a represalias”.
En lugar de ampliar el acceso al aborto, Vine instó al Parlamento a enfrentar las fallas dentro del sistema de adopción del Reino Unido, que, según ella, deja a muchas parejas sin hijos sin poder adoptar recién nacidos.
“Hay muchas parejas sin hijos desesperadas por un recién nacido que estarían más que agradecidas”, escribió. “La adopción en este país es complicada y está plagada de trámites burocráticos. ¿Por qué el Parlamento no vota para resolver ese problema?”
Para concluir, Vine argumentó que una liberalización tan radical podría, en última instancia, resultar contraproducente desde el punto de vista político:
Una cosa es segura. Si la izquierda quiere provocar un movimiento provida de línea dura como el que existe en Estados Unidos, la votación de ayer fue un excelente comienzo.