Estimados amigos,
Rendirse.
No, esa rendición no.
Hoy lo entregamos todo a Dios.
Hemos invertido todo lo que teníamos en estas elecciones, y más. Millones de dólares. Cinco mil voluntarios y 400 eventos. Cientos de millones de visualizaciones de videos. Más de cinco millones de mensajes de texto. Cientos de miles de llamadas telefónicas personales. Medio millón de postales escritas a mano, cientos de entrevistas en los medios, artículos de opinión, memorandos y mucho más…
Juntos construimos el mayor esfuerzo de movilización de votantes católicos jamás realizado.
No sé qué pasará esta noche.
Pero puedo asegurarles que no nos guardamos nada.
No es de sorprender que hayamos tenido grandes seguidores y detractores a lo largo del camino. Se nos ha acusado de ser demasiado “pro-Trump” o demasiado críticos con él cuando se lo merecía. Hemos trabajado con todos, desde el presidente Trump hasta JD Vance y RFK Jr. Hemos trabajado con obispos, sacerdotes, líderes laicos y decenas de miles de católicos dedicados como usted.
Nuestro objetivo ha sido simple: luchar por la fe que compartimos, las verdades que sostenemos y el país que amamos.
La política nunca es sencilla ni fácil. No hay candidatos perfectos y los votantes (sobre todo los católicos) son de todo tipo. De hecho, la política a menudo puede parecer una gigantesca paradoja. De repente, uno se da cuenta de que, si bien hay cuestiones serias y trascendentales en juego, Dios no está en la papeleta.
El Creador del universo no depende del voto de la mayoría.
Él trasciende todo. Y siempre gana.
Lo he dicho en repetidas ocasiones, pero siempre seremos católicos ante todo. Nunca transigimos en nuestros principios. Dijimos la verdad sobre Kamala Harris y dijimos la verdad sobre Donald Trump, incluso cuando no estábamos de acuerdo con él.
Al final, optamos por apoyar a Trump y Vance y nunca miramos atrás.
Pase lo que pase esta noche, nunca nos rendiremos. Nunca nos daremos por vencidos. Y nunca dejaremos de luchar por lo que creemos.
Tenemos la suerte de vivir en un país donde el trabajo que hacemos no sólo es posible, sino que importa.
Estoy escribiendo este último mensaje en un avión que acaba de salir de Pensilvania. Después de mirar por la ventanilla el inmenso país que tengo debajo, cierro los ojos y pienso en todo lo que hemos hecho juntos.
Cada viaje, cada reunión, cada noche de trasnocho, cada correo electrónico, cada elección difícil, cada donación que invertiste en nosotros.
Se lo entregamos todo a Él.
Bendito sea el nombre del Señor.
Ahora y para siempre.
Brian