La administración Trump coordina con Europa un frente común de sanciones y presiones económicas mientras la guerra en Ucrania se intensifica con nuevos ataques contra civiles.
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, encendió las alarmas en Moscú al declarar desde Ginebra que Washington está dispuesto a “tomar medidas fuertes” contra Rusia como parte de la estrategia del presidente Donald Trump para apoyar las negociaciones de paz entre Moscú y Kiev. “Todas las opciones siguen sobre la mesa”, aseguró el funcionario, en alusión tanto a sanciones económicas más severas como a eventuales medidas arancelarias y financieras.
The United States and European Union are aligned on the importance of ending the war in Ukraine, and all options remain on the table as part of @POTUS’ strategy to support peace negotiations. Business as usual has not worked. We are willing to take strong measures against Russia,… pic.twitter.com/LHI6H01stP
— Treasury Secretary Scott Bessent (@SecScottBessent) September 9, 2025
La declaración llega en un momento crítico: mientras se multiplican los esfuerzos diplomáticos para forzar un alto al fuego, el frente militar sigue cobrando vidas. Este martes, un ataque aéreo ruso contra un pueblo en la región de Donetsk dejó al menos 24 muertos, la mayoría ancianos que esperaban cobrar su pensión. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, difundió imágenes del horror: cuerpos tendidos en la calle junto a una camioneta destrozada del servicio postal.
Bessent sostuvo reuniones en Washington con David O’Sullivan, enviado especial de la Unión Europea para sanciones, con el objetivo de reforzar la coordinación transatlántica. Fuentes diplomáticas confirmaron que sobre la mesa estuvieron nuevas sanciones financieras, restricciones comerciales y la posibilidad de bloquear aún más el acceso de Moscú a tecnología crítica.
“La negociación tradicional no ha funcionado”, enfatizó Bessent. Para Washington, el Kremlin solo responderá a un cerco económico sostenido y a una coalición internacional sólida. De ahí el llamado urgente a que Europa cierre filas sin fisuras frente a Putin. “Estamos dispuestos a tomar medidas fuertes contra Rusia, pero nuestros socios europeos deben unirse plenamente a nosotros para tener éxito”, insistió.
La coordinación con Bruselas no es un detalle menor. Europa ha impuesto múltiples rondas de sanciones, pero algunos Estados miembros, dependientes de la energía rusa o temerosos de represalias comerciales, han ralentizado decisiones cruciales. La presión de Washington apunta precisamente a evitar grietas que Putin pueda explotar.
El propio O’Sullivan ha liderado una ofensiva diplomática para impedir la evasión de sanciones, que Moscú intenta sortear con triangulaciones comerciales a través de países como Turquía, Emiratos Árabes o Kazajistán. Sin embargo, reforzar estos mecanismos requiere una disciplina férrea en todos los aliados, algo que hasta ahora ha mostrado fisuras.
Mientras tanto, el Kremlin eleva la tensión. Vladimir Putin advirtió recientemente que la presencia de tropas occidentales en territorio ucraniano las convertiría en “objetivos legítimos” para su ejército. La advertencia busca disuadir cualquier despliegue militar directo de la OTAN, pero también refleja el nerviosismo de Moscú frente a la creciente ayuda en inteligencia, logística y armamento que fluye desde Occidente hacia Kiev.
El mensaje de Putin resuena como un recordatorio de que el conflicto no solo se libra en los campos de batalla de Ucrania, sino también en el terreno psicológico y político, donde el cálculo de riesgos puede inclinar la balanza.
La administración Trump ha dejado claro que la guerra en Ucrania no puede prolongarse indefinidamente sin costos crecientes para Moscú. Funcionarios de la Casa Blanca, el Departamento de Estado, la oficina del Representante de Comercio y el Tesoro trabajan en un paquete de medidas que podría ir más allá de las sanciones financieras, incluyendo aranceles punitivos y bloqueos a sectores estratégicos de la economía rusa.
El objetivo es claro: estrangular la capacidad del Kremlin para sostener su maquinaria de guerra y, al mismo tiempo, enviar un mensaje inequívoco de que la comunidad internacional no cederá frente a la agresión.
El conflicto, sin embargo, no se limita a un pulso bilateral entre Washington y Moscú. China observa con atención y, en más de una ocasión, ha servido de sostén diplomático y económico a Rusia. Los países del sur global, por su parte, presionan para que cualquier medida no afecte de forma colateral a la seguridad alimentaria ni a los precios de la energía.
En este tablero, la decisión de Estados Unidos de mantener “todas las opciones sobre la mesa” es tanto una advertencia a Putin como un mensaje a sus socios: la unidad occidental es indispensable para forzar la paz.