La VP Kamala Harris pronunció un discurso de concesión en la Universidad Howard en Washington, DC, el miércoles, varias horas después de que los medios de comunicación calificaran su decisiva derrota en 2024 ante el ahora presidente electo Donald Trump – y de avisar por SMS que no se pronunciaría en la madrugada.
En la madrugada del 06 de noviembre, el equipo de Harris-Walz informaba por mensaje de texto que la candidata no se dirigiría a la gente que esperaba su discurso, sino lo haría a la mañana siguiente con calma – según ellos para esperar resultados oficiales. No se dio en la mañana, sino varias horas después.
Kamala Harris, en su discurso de concesión tras su derrota ante Donald Trump, trató de transmitir un mensaje de aceptación y optimismo, pero sus palabras dejan ver una profunda contradicción con sus acciones durante la campaña. Aquí analizamos los puntos más destacados de su discurso y cómo sus afirmaciones sobre la fe, los derechos y la democracia chocan con su historial político.
Harris empezó reconociendo la derrota y felicitando al presidente electo, Donald Trump, asegurando que la aceptación de los resultados es un principio fundamental de la democracia. Además, afirmó ser fiel a la Constitución, a su conciencia y a Dios. Pero su campaña estuvo marcada por constantes burlas hacia la fe cristiana y su enfoque político rara vez mostró esa lealtad a los valores que promete. Es incoherente afirmar lealtad a Dios mientras apoya políticas que atentan contra la libertad religiosa, especialmente cuando promueve el aborto de forma ilimitada, ignorando la objeción de conciencia de los católicos y cristianos que se oponen a participar en estos procedimientos por razones de fe.
Harris afirmó que seguiría luchando por la libertad, la igualdad y la dignidad de todos. Pero esta retórica entra en conflicto con su enfoque autoritario hacia quienes discrepan de su agenda, especialmente los provida y aquellos que participaron en las protestas del 6 de enero (J6). Ella habla de dictaduras y tiranías como amenazas a combatir, pero parece que ese ideal de libertad se desvanece cuando se trata de perseguir judicialmente a quienes no comparten su visión. La administración que ella representó en la vicepresidencia promovió investigaciones y etiquetó a grupos provida y a algunos católicos como “terroristas domésticos”, utilizando al FBI para silenciar voces discordantes.
En su discurso, Harris reafirmó su compromiso con los derechos reproductivos, destacando la necesidad de que las mujeres decidan sobre su cuerpo. Sin embargo, su visión de estos derechos se impone incluso sobre quienes, por razones de conciencia, se oponen al aborto. La verdadera libertad debe incluir el respeto a quienes, desde su fe y valores personales, no desean participar en estas prácticas, y esto es precisamente lo que Harris y su administración han ignorado sistemáticamente.
Harris habla de democracia y justicia, pero ¿qué tan auténtico es este compromiso cuando su administración persigue a quienes piensan diferente? Bajo su mandato como vicepresidenta, el gobierno intensificó los ataques contra aquellos que defienden la vida y la fe, etiquetándolos como amenazas. La democracia, como ella misma menciona, se distingue de las tiranías precisamente porque respeta la libertad y la disidencia; pero ese respeto fue inexistente cuando se trataba de personas provida o católicos.
En su mensaje a los jóvenes, Harris intenta transmitir una lección de perseverancia, instándolos a seguir luchando por sus sueños. Sin embargo, el panorama que ella misma ayudó a crear se contradice con ese mensaje inspirador. Los jóvenes que defienden la vida y su fe en espacios públicos y académicos enfrentan, cada vez más, censura y hostigamiento. Las palabras de Harris quedan vacías cuando la realidad política que promovió va en contra de los mismos principios que pretende alabar.
Para concluir, Harris usó una metáfora de esperanza, exhortando a todos a “llenar el cielo con la luz del optimismo, la fe y el servicio”. Sin embargo, este mensaje se dirige solo a quienes comparten su ideología, pues los opositores se enfrentan a una realidad en la que el gobierno se convierte en el verdugo de aquellos que disienten. La verdadera libertad, la misma que ella menciona, debería incluir a todos, sin importar su postura.
El discurso de Kamala Harris puede sonar inspirador, pero cuando se examinan sus acciones y las de su administración, resulta evidente la desconexión entre sus palabras y sus políticas. Hablar de Dios, la democracia y la libertad, mientras se promueve la persecución contra quienes tienen valores distintos, muestra que el mensaje de unión y esperanza es, en el mejor de los casos, una fachada.