DESDE ROMA | En la misa de apertura del Sínodo sobre la Sinodalidad el miércoles, el Papa Francisco dijo durante su homilía que el sínodo no es una “reunión política” ni un “parlamento polarizado”, sino un momento para mirar la realidad con “la mirada del El Señor”.
El Papa Francisco aclaró que “aquí (en el sínodo) no necesitamos una visión puramente natural, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas”. Él continuó:
No estamos aquí para llevar a cabo una reunión parlamentaria o un plan de reforma. No. Estamos aquí para caminar juntos con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a los que están cansados y oprimidos. Esta mirada del Señor que bendice nos invita también a ser una Iglesia que, con el corazón alegre, contempla la acción de Dios y discierne el presente. Y que, en medio de las olas a veces agitadas de nuestro tiempo, no se desanime, no busque lagunas ideológicas, no se atrinchere detrás de nociones preconcebidas, no cede a soluciones convenientes, no deja que el mundo dicte su agenda.
“La mirada de Jesús”, prosiguió, “nos invita a ser una Iglesia que no afronta los desafíos y los problemas de hoy con espíritu divisorio y conflictivo, sino que, por el contrario, vuelve sus ojos a Dios, que es comunión, y con asombro y humildad, lo bendice y adora, reconociéndolo como su único Señor. Le pertenecemos y –recordémoslo– existimos sólo para traerlo al mundo”.
El Papa Francisco citó a Benedicto XVI, quien dijo en un sínodo en 2012: “’La pregunta para nosotros es esta: Dios ha hablado, realmente ha roto el gran silencio, se ha mostrado, pero ¿cómo podemos comunicar esta realidad al pueblo? de hoy, para que se convierta en salvación?’”
El Papa Francisco dijo que la tarea principal del sínodo es
reorientar nuestra mirada hacia Dios, para ser una Iglesia que mira misericordiosamente a la humanidad; una Iglesia unida y fraterna, que escucha y dialoga; una Iglesia que bendice y alienta, que ayuda a quienes buscan al Señor, que con amor despierta a los indiferentes, que abre caminos para atraer a la belleza de la fe; una Iglesia que tiene a Dios en su centro y, por tanto, no está dividida internamente y nunca es dura externamente.
El Papa dijo que Jesús llama a la Iglesia a ser una “Iglesia acogedora” porque “en un tiempo tan complejo como el nuestro, surgen nuevos desafíos culturales y pastorales que exigen una actitud interior cálida y bondadosa para que podamos encontrarnos unos con otros sin miedo”.
Luego, el Papa advirtió contra lo que describió como “algunas tentaciones peligrosas: ser una Iglesia rígida, que se arma contra el mundo y mira hacia atrás; de ser una Iglesia tibia, que se entrega a las modas del mundo; de ser una Iglesia cansada, encerrada en sí misma”.
Recordando que el 4 de octubre es la fiesta de San Francisco de Asís, el Papa dijo del santo italiano: “En un tiempo de grandes luchas y divisiones, entre poderes temporales y religiosos, entre la Iglesia institucional y las corrientes heréticas, entre cristianos y otros creyentes, [él] no criticó ni arremetió contra nadie. Sólo tomó las armas del Evangelio: humildad y unidad, oración y caridad. ¡Hagamos lo mismo!
El Papa Francisco cerró su homilía con un tono de optimismo, diciendo que “el Espíritu Santo a menudo destruye nuestras expectativas para crear algo nuevo que supere nuestras predicciones y negatividad. Abrámonos a él e invoquémoslo, el protagonista, el Espíritu Santo. Y caminemos con él, con confianza y con alegría”.
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Foto: clemens-van-lay/unsplash