Tristemente, esta politización y empobrecimiento educativo afecta también a las escuelas, en las que los jueces de los campeonatos de debates se presentan con frases como la del título o como “antes que cualquier otra cosa, incluido ser juez de debate, soy marxista-leninista-maoísta… No puedo dejar la ciencia revolucionaria proletaria en la puerta cuando juzgo…”. El progresismo ha eliminado los debates de los concursos de debates. Patético.
James Fishback publicó en The Free Press una columna de opinión en la que señala que “los cuatro años que pasé en el equipo de debate del instituto del condado de Broward (Florida) me enseñaron a cuestionar las ideas, los supuestos y a pensar con originalidad. También me ayudaron a superar un terrible tartamudeo infantil. Y no lo hice del todo mal: quedé novena en mi primera participación en los nacionales de la National Speech & Debate Association (NSDA), sexta en los nacionales de Harvard y subcampeona en los nacionales de Emory”.
“Después de la universidad, entre 2017 y 2019, entrené a un equipo de debate en un instituto desfavorecido de Miami. Allí, fui testigo de cómo los pilares del debate en los institutos empezaban a desmoronarse. Desde entonces, el declive ha continuado, de una competencia que premia la evidencia y el razonamiento a una que castiga a los estudiantes por lo que dicen y cómo lo dicen”, señala el autor.
“Primero, algunos antecedentes. Imaginemos a una estudiante de segundo de bachillerato en el equipo de debate. Le han dado su tema con un mes de antelación, pero no sabrá quién es su juez hasta horas antes de su ronda de debate. Durante ese tiempo -quizá recorra los pasillos como yo hice en el torneo nacional de 2012 en Indianápolis-, buscará en su teléfono el nombre de su juez en Tabroom, una base de datos pública mantenida por la NSDA. Allí es donde los jueces publican sus “paradigmas”, que explican lo que buscan durante un debate. Si un juez prefiere que los competidores no “se extiendan” -hablar a una milla por minuto-, los debatientes moderarán su ritmo. Si un juez hace hincapié en los “impactos” -las razones por las que un argumento es importante-, los debatientes se adaptan en consecuencia”, añade el artículo.
Fishback continúa su reflexión señalando que “digamos que cuando la estudiante de segundo de bachillerato hace clic en Tabroom ve que su juez es Lila Lavender, la campeona nacional de debate de 2019, cuyo paradigma reza: “Antes que cualquier otra cosa, incluido ser juez de debate, soy marxista-leninista-maoísta… No puedo dejar la ciencia revolucionaria proletaria en la puerta cuando juzgo… Ya no evaluaré y, por tanto, nunca votaré las posiciones/argumentos capitalistas-imperialistas más correctos… Ejemplos de argumentos de esta naturaleza son los siguientes: fascismo bueno, capitalismo bueno, guerra imperialista buena, neoliberalismo bueno, defensas del nacionalismo burgués estadounidense o de otro tipo, sionismo o normalización de Israel, colonialismo bueno, policía fascista blanca estadounidense buena, etc””.
“En los últimos años, sin embargo, los jueces con paradigmas contaminados por la política y la ideología se están convirtiendo en algo habitual. El paradigma del juez de debate Shubham Gupta reza así: “Si estás hablando de inmigrantes en una ronda y calificas a la persona de ‘ilegal’, detendré inmediatamente la ronda, te daré la derrota con baja puntuación”, “te daré un sermón severo y luego hablaré con tu entrenador”… No permitiré que conviertas el debate en un espacio inseguro””, añade Fishback.
“Una vez que los estudiantes han estado expuestos a suficientes de estos paradigmas partidistas, interiorizan ese punto de vista y ajustan sus argumentos de cara al futuro. Por eso rara vez se ve a los estudiantes presentar argumentos a favor del capitalismo, defender a Israel o cuestionar la discriminación positiva. La mayoría de los estudiantes optan por no luchar contra esta coacción. La consideran un mal necesario para ganar los debates y asegurarse los elogios, las becas y las cartas de aceptación en la universidad que conlleva la victoria”, resalta el artículo.
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Foto: miguel-henriques/unsplash