Según los investigadores, los países necesitan una tasa de natalidad de 2,1 hijos por mujer para mantener una población estable. Sin embargo, en Europa, las cifras están muy por debajo y podrían dar lugar a un “cambio social asombroso”, según la revista médica The Lancet.
Ningún país de la UE tiene una tasa de natalidad superior a 2,1, lo que lleva a algunos políticos a temer que el número de jóvenes empiece a caer como una piedra. La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, ha organizado una campaña en la que la familia es lo primero, respaldada por el Papa, para intentar aumentar el número de nacimientos a medio millón anualmente en el plazo de una década.
El servicio de datos y estadísticas de la UE, Eurostat, predice que para 2100, sin ninguna intervención, las personas de 65 años o más representarán el 32% de la población, en comparación con el 22% actual. A menos que aumenten las tasas de natalidad europeas, afirma The Lancet, “la dependencia de la inmigración abierta será necesaria para sostener el crecimiento económico”.
En ese sentido, ¿cómo salvarse de la invasión musulmana? Promoviendo medidas como las de Viktor Orbán en Hungría, con su apoyo indiscutible a las familias jóvenes. Un Estado genuinamente pro-vida. Reducir impuestos a las familias, para que puedan prosperar. Invitar a las familias cristianas del mundo a sumarse y lograr un mestizaje, no una invasión demográfica.
¿Por qué Francia tiene tanta natalidad? Pues porque decidieron importar musulmanes y volverlos franceses. En ese sentido, se ve que aumenta la población pero no se mantiene Francia como tal.
Llamemos a los jóvenes a casarse, a tener familias, a repoblar los países y demostrar que, como hace muchos años, sigue siendo posible sacar adelante una familia numerosa con las correctas medidas para que la población no se pierda y la cultura de Europa, tampoco.