El bioquímico judío-francés Étienne Émile Baulieu, inventor de la píldora abortiva mifepristona —más conocida como RU-486—, falleció este domingo a los 98 años en París. Su nombre ha quedado ligado a una de las herramientas más utilizadas en la industria del aborto, que ha cobrado la vida de millones de seres humanos en todo el mundo.
Desarrollada a comienzos de la década de 1980 en colaboración con los laboratorios Roussel-Uclaf, la mifepristona es un compuesto que actúa como antagonista de la progesterona, hormona necesaria para mantener el embarazo. Al bloquear sus receptores, la píldora interrumpe el suministro de nutrientes al embrión, provocando su muerte. Posteriormente, la combinación con misoprostol induce contracciones para expulsar el cuerpo del bebé.
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Tras años de controversia, la mifepristona fue autorizada en Francia en 1988 y en Estados Unidos en el año 2000, durante la administración de Bill Clinton. Su introducción revolucionó la industria del aborto, desplazando en buena parte a las intervenciones quirúrgicas. Hoy en día, en EE.UU. la píldora representa el 63% de los abortos anuales, según datos del Guttmacher Institute. Se calcula que más de 7 millones de bebés han sido abortados mediante este método solo en suelo estadounidense.
Pero el impacto es global. Según un informe de la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF), más de 80 países permiten actualmente el uso de mifepristona. Organizaciones como Marie Stopes International y Women on Web han promovido activamente su distribución incluso en contextos ilegales, mediante ventas en línea y envío postal.
Este fenómeno ha sido impulsado, además, tras el fallo de la Corte Suprema de EE.UU. en 2022 que anuló Roe v. Wade. Desde entonces, los grupos pro-aborto han redoblado los esfuerzos por facilitar el acceso a la píldora abortiva como estrategia para eludir las restricciones estatales. La Administración Biden, por ejemplo, ha autorizado la venta en farmacias y el envío sin control presencial, pese a las advertencias sobre sus riesgos.
Porque más allá del debate legal, los peligros de este fármaco para la salud materna no son menores. Un estudio publicado en la revista Obstetrics & Gynecology alertó que el aborto químico conlleva una tasa de complicaciones cuatro veces superior al aborto quirúrgico. Los efectos secundarios incluyen hemorragias severas, infecciones, dolor intenso, y en algunos casos, la muerte de la madre. A ello se suman los daños psicológicos, al obligar a las mujeres a enfrentar solas el proceso en sus hogares.
“No debemos olvidar que cada vez que se administra esta píldora, una vida humana única e irrepetible es destruida”, declaró recientemente la doctora Ingrid Skop, directora médica de Charlotte Lozier Institute, organización provida que monitorea los impactos del aborto químico.
Étienne Baulieu, en cambio, siempre defendió su invención como un avance de la “libertad de las mujeres”. En una entrevista concedida en 2008 a Le Monde, afirmó: “Estoy orgulloso de haber contribuido a un método que permite un aborto sin cirugía”. No obstante, sus críticos sostienen que su legado es uno de los más oscuros de la biomedicina contemporánea.
“El invento de Baulieu ha facilitado la muerte de millones de bebés en el mundo entero. Su contribución no es a la ciencia de la vida, sino a la cultura de la muerte”, expresó Lila Rose, presidenta de Live Action.
Con la muerte de Baulieu se cierra la vida de un hombre que, desde su laboratorio, abrió las puertas a una de las herramientas más devastadoras contra la dignidad humana: una píldora que deshumaniza la vida en su etapa más vulnerable, y la convierte en un simple ‘problema de salud’ a eliminar.