La liberación de Edan Alexander, el último rehén estadounidense vivo en Gaza, fue anunciada como un triunfo diplomático de la Casa Blanca. Pero la exclusión de Israel del acuerdo revela una nueva estrategia de Trump en Medio Oriente—y un enfriamiento evidente en su relación con Netanyahu.
La liberación de Edan Alexander, el último rehén estadounidense con vida en Gaza, ha sido celebrada como una victoria diplomática para la administración Trump. Pero bajo la superficie, el acuerdo podría estar revelando algo más profundo: un creciente distanciamiento entre el presidente Donald Trump y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
El joven Alexander, de 21 años, ciudadano estadounidense-israelí y soldado de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), fue capturado por Hamas el 7 de octubre de 2023. Tras casi dos años de cautiverio, fue liberado este fin de semana gracias a un acuerdo negociado por Estados Unidos con la mediación de Qatar y Egipto. Israel, sorprendentemente, fue marginado del proceso.
A diferencia de intercambios anteriores, esta liberación no formó parte de un alto al fuego general. De hecho, Israel ha intensificado sus operaciones militares en Gaza con la reciente aprobación del gabinete de seguridad, y Netanyahu sigue firme en su postura: “las negociaciones continuarán bajo fuego”.
Trump anunció la liberación en Truth Social, agradeciendo a los mediadores y expresando esperanza de que este paso abra la puerta a poner fin al conflicto. “Estoy feliz de anunciar que Edan Alexander… regresa a casa con su familia”, escribió. Pero el anuncio también dejó claro que Washington está dispuesto a actuar por su cuenta en la región, incluso sin la participación directa de su tradicional aliado, Israel.
Netanyahu agradeció a Trump, pero se apresuró a añadir que la presión militar israelí también fue un factor decisivo. Aún más, contradijo las declaraciones de Hamas y negó que Israel haya ofrecido concesiones a cambio del rehén: “Alexander fue liberado sin nada a cambio”, afirmó.
Hamas, por su parte, dio otra versión. Según un funcionario del grupo citado por NPR, Estados Unidos habría ofrecido ciertas garantías, incluyendo ayuda humanitaria a Gaza y negociaciones para liberar prisioneros palestinos.
Esta no es la primera señal de que Trump está siguiendo una línea independiente en Medio Oriente. La semana pasada, su gobierno negoció directamente con los hutíes en Yemen—otro movimiento que sorprendió a Israel—para detener ataques mutuos en el Mar Rojo. Netanyahu respondió con una declaración desafiante: “Israel se defenderá a sí mismo, con o sin ayuda”.
Estas decisiones parecen estar vinculadas al colapso de la tregua negociada por el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, antes de su toma de posesión. La tregua se desmoronó en marzo tras una serie de acusaciones mutuas entre Israel y Hamas, y un posterior ataque aéreo israelí a gran escala.
Ahora, con Alexander de regreso en casa, Witkoff y el embajador Mike Huckabee se han reunido con Netanyahu para explorar un posible acuerdo más amplio. Sin embargo, Israel insiste: no habrá cese al fuego mientras sigan las negociaciones.
En otro gesto simbólico, Trump iniciará esta semana su primera gira internacional como presidente reelecto con visitas a Riad, Doha y Abu Dhabi—dejando fuera a Jerusalén. Aunque la Casa Blanca señala que Netanyahu ya ha visitado Washington dos veces este año, la omisión alimenta las especulaciones sobre una posible grieta entre los dos líderes.
A pesar de las apariencias públicas de cooperación, el distanciamiento es difícil de ignorar. Con al menos 20 rehenes vivos y decenas de cuerpos aún en manos de Hamas, y una guerra que parece lejos de terminar, la relación entre Trump y Netanyahu enfrenta su prueba más dura.
Y en el ajedrez geopolítico de Medio Oriente, incluso entre aliados cercanos, no todo es lo que parece.