El jesuita pro-LGBT James Martin ha cruzado un nuevo límite al comparar la “paternidad” homosexual de Pete Buttigieg con el misterio de la Santísima Trinidad. Sus palabras han generado rechazo entre teólogos y fieles, que denuncian una distorsión doctrinal grave y un uso blasfemo del lenguaje teológico para justificar uniones contrarias al orden natural. ¿Hasta dónde llegará la infiltración del relativismo en la Iglesia?
El sacerdote jesuita pro-LGBT, padre James Martin, ha provocado una ola de indignación entre los fieles católicos. Durante una reciente entrevista en el tercer episodio de su podcast “The Spiritual Life”, el exsecretario de Transporte abiertamente homosexual Pete Buttigieg describió su “paternidad” hacia sus dos hijos adoptivos, a quienes está criando con su “marido”, lo que llevó a Martin a comparar su experiencia de “paternidad” con la Santísima Trinidad. Buttigieg dijo:
“La historia central del Nuevo Testamento gira en torno a la terrible ejecución del Hijo de Dios, y cuando imaginas el dolor y la lucha que esto implica, refleja de forma más amplia la idea de un Dios personal que busca la redención y el bienestar de todos nosotros, presenciando y experimentando todo lo que pasamos y hacemos, bueno, malo y feo”, dijo. “Se vuelve mucho más visceral ahora que tengo hijos”.
Fr James Martin calls Pete Buggigieg's homosexual 'parenting' 'beautiful', compares it to the Holy Trinity. For more see the LifeSite coverage here: https://t.co/IKIJyTzd1f pic.twitter.com/DMzic17prL
— John-Henry Westen (@JhWesten) June 25, 2025
El padre Martin ya es conocido por sus declaraciones y publicaciones en defensa de las uniones homosexuales, por su cercanía al lobby LGBT y por su participación en iniciativas que promueven la inclusión de la ideología de género dentro de la Iglesia Católica. En esta ocasión, sin embargo, ha cruzado un nuevo umbral al tomar uno de los más sagrados misterios del cristianismo y utilizarlo como analogía para justificar una práctica que la doctrina católica califica como “intrínsecamente desordenada” (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357).
Pete Buttigieg, político abiertamente homosexual, y su “esposo” Chasten, adoptaron a dos niños en 2021. El padre Martin elogió públicamente su rol como “padres”, destacando lo que, a su juicio, representa una “familia amorosa”. En sus palabras: “Es hermoso, es una entrada a la Trinidad, a ese aspecto relacional de la Trinidad”, dijo el sacerdote jesuita. “Es realmente hermoso, tener esa comprensión del amor del Padre”.
Muchos teólogos, clérigos y fieles católicos han reaccionado con consternación y alarma ante estas declaraciones. Comparar una relación homosexual con el misterio de la Trinidad no solo es teológicamente erróneo, sino profundamente ofensivo para los católicos. La Trinidad es una comunión eterna de amor dentro de un solo Dios, no un modelo para justificar uniones contrarias al orden natural. El padre Martin ha sido objeto de múltiples críticas en el pasado por minimizar la gravedad del pecado sexual, por sugerir que la enseñanza moral de la Iglesia debe evolucionar en línea con los cambios culturales, y por equiparar el amor humano con el amor divino, sin atender a la distinción fundamental entre el amor verdadero y las pasiones desordenadas. Martin sostiene una posición en la que el amor entre dos hombres que crían hijos no es distinto, en esencia, del amor que nos une a Dios. La Trinidad nos muestra que el amor es lo primero. Esto es acorde a toda su línea teológica acorde al progresismo actual.
Numerosos comentaristas han señalado que esta visión no solo distorsiona la teología trinitaria, sino que también pone en entredicho la autoridad doctrinal de la Iglesia. El Catecismo enseña claramente que los actos homosexuales “no pueden recibir aprobación en ningún caso” (n. 2357) y que los niños tienen derecho a un padre y una madre, conforme al diseño de Dios. Es lógico advertir sobre los peligros del relativismo moral que se infiltra incluso en sectores eclesiales, marcando claramente que cuando los representantes de la Iglesia utilizan el lenguaje del amor para justificar actos que son objetivamente pecaminosos, se está frente a una corrupción doctrinal que pone en riesgo la salvación de las almas. No se trata de que uno se entrometa en el pecado ajeno juzgando como fariseo, porque todo mundo tiene su cruz, sino en cuidar la sana doctrina para evitar errores que impidan salir de tal o cual pecado. Para muchos fieles, lo que está en juego no es solo una disputa interpretativa, sino la integridad misma del testimonio católico ante el mundo. Al asimilar la Trinidad —fuente de toda santidad y orden— con una estructura relacional contraria al designio divino, el padre Martin incurre, según sus críticos, en una forma de blasfemia sutil, pero no menos grave.