Jess Hilarious, una conocida comediante y personalidad, ha creado recientemente un gran revuelo en el mundo de las redes sociales. Se atrevió a expresar su opinión sobre un video de tendencia en el que una “mujer” transgénero afirmaba que la “feminidad” y la menstruación no eran exclusivas de las mujeres biológicas.
Hilarious respondió con la simple verdad de que solo las mujeres biológicas pueden menstruar y tener hijos, y con razón:
No pasemos de puntillas por los hechos. Los hombres biológicos, o en términos sencillos, las personas que nacen con genitales masculinos, nunca pueden y nunca tendrán la capacidad de dar a luz o menstruar. No es una opinión o un debate, sino un hecho frío y duro de la biología. Necesitamos enfrentar la realidad, en lugar de sumergirnos más profundamente en un abismo de pensamiento acientífico.
Lo que es verdaderamente desconcertante es el estado confuso del discurso que rodea la identidad de las mujeres. Las mujeres, a lo largo de la historia, han librado innumerables batallas por el reconocimiento y los derechos. Y ahora, estamos envueltos en un debate que cuestiona la definición misma de lo que constituye una mujer. ¿Hemos descartado repentinamente siglos de comprensión biológica y conocimiento científico en favor de una interpretación más subjetiva e individualista?
¿Qué nos depara el futuro, entonces? ¿Deberíamos esperar más redefiniciones de este tipo? Si un individuo se identifica como de otra raza, altera el color de su piel y afirma que es “transracial”, ¿lo aceptaremos sin dudarlo?
Supongamos que alguien se identifica como rico sin tener ni un centavo en su cuenta bancaria. ¿Debemos considerarlos “trans-ricos”? ¿Y dónde termina esto? Si una persona comienza a identificarse como un perro, un gato o cualquier otra criatura, ¿estaremos obligados a seguirle el juego y llamarlos “trans-animales”? La cuestión fundamental es esta: la intensidad de tus sentimientos, por genuinos que sean, no puede cambiar la realidad.
Considere este escenario hipotético: dentro de un siglo, un arqueólogo excava los restos óseos de una “mujer” transgénero. El análisis científico, independientemente de cualquier sesgo subjetivo, revelaría indiscutiblemente que el esqueleto pertenece a un hombre biológico. Sin embargo, en nuestra cultura actual, se nos pide que suspendamos nuestra incredulidad y afirmemos que una persona que se identifica como mujer es, de hecho, una mujer. ¿No estamos pisando terreno traicionero?
La situación es sin duda confusa, incluso frustrante. Sin embargo, es vital mantener la perspectiva y no dejar que el absurdo eche raíces. Un hombre biológico, sin importar la cantidad de estrógeno que consuma, sin importar los implantes de senos o glúteos que adquiera, sin importar las pelucas, las pestañas postizas, los cambios de nombre o la ropa de mujer, nunca será una mujer biológica.
¿Es demasiado difícil de entender? ¿O la sociedad se ha sumergido tanto en este engaño colectivo que hemos olvidado la más simple de las verdades ? Necesitamos hacer una pausa, dar un paso atrás y escudriñar el camino que estamos pisando . ¿Queremos un mundo gobernado por los sentimientos sobre los hechos, donde la realidad pueda ser remodelada de acuerdo con los caprichos y deseos individuales?
Es hora de volver a la cordura .
Es hora de reafirmar nuestro compromiso con las realidades biológicas y rechazar las ilusiones socioculturales que amenazan con subvertirlas. No desdibujemos esas líneas por el bien de las tendencias sociales momentáneas. Ser mujer no es simplemente una cuestión de identificación, sino una realidad biológica concreta que debemos reconocer y defender.
La idea de que nuestras identidades biológicas pueden ser anuladas por sentimientos personales sienta un precedente peligroso. Socava los hechos empíricos de nuestra existencia, generando confusión y dañando potencialmente el progreso social a largo plazo.
Es imperativo que mantengamos el equilibrio en nuestro enfoque de esta discusión. Debemos mantenernos firmes y permanecer anclados en las realidades biológicas. Se trata de reconocer que si bien cada uno tiene derecho a identificarse como quiera, hay algunas verdades que simplemente no se pueden alterar.
Necesitamos trazar la línea entre afirmar la propia identidad y negar los hechos biológicos, para no correr el riesgo de desviarnos hacia un ámbito donde todo está sujeto a interpretaciones y sentimientos personales. Debemos enfrentar el desafío de frente, con un sólido compromiso con la verdad y la razón.
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Foto: karollyne-videira-hubert/unsplash