La candidatura de Kamala Harris debería estar prendiendo las alertas en todos los círculos cristianos coherentes, porque llega con un mensaje de unión, esperanza y justicia, pero quiere implementar socialismo, pobreza, muerte y división. Su mensaje en la DNC nos debe hacer reflexionar, ¿genuinamente queremos esto para el futuro?
Kamala Harris se ha convertido en un símbolo de contradicción en la política estadounidense. A lo largo de su carrera, ha mostrado una alarmante hipocresía al abordar temas cruciales para la nación. Mientras que se presenta como una defensora de los derechos y la justicia social, sus acciones y declaraciones revelan un enfoque engañoso y oportunista. Analizaremos algunos momentos de su discurso en la Convención Nacional Demócrata (DNC).
En un momento, Harris afirmó: “Terminaremos con la escasez de vivienda en Estados Unidos”, sin embargo, su falta de políticas efectivas y su alineación con ideologías socialistas que históricamente han fracasado en resolver tales problemas, demuestran lo contrario. Promesas vacías como estas solo alimentan la frustración de millones de estadounidenses que enfrentan una crisis habitacional cada vez más grave.
Otro ejemplo es su postura sobre los derechos de las mujeres. Declaró: “¿Por qué exactamente no confían en las mujeres? Pues nosotros sí confiamos en las mujeres”. Sin embargo, cuando se trata de temas complejos como el aborto y la salud reproductiva, Harris apoya una agenda que no respeta las diversas opiniones de mujeres en todo el país. Es un claro ejemplo de cómo sus declaraciones no reflejan una verdadera confianza en las mujeres, sino más bien una manipulación de la narrativa para avanzar su agenda política.
En cuanto a la seguridad nacional, Harris ha sido igualmente contradictoria. Afirmó: “Sé la importancia de la seguridad, especialmente en nuestra frontera” y mencionó que “la patrulla fronteriza la apoyó” en referencia al acuerdo bipartidista sobre la frontera. Sin embargo, su historial muestra un desprecio por las preocupaciones legítimas sobre la inmigración ilegal y una inclinación hacia políticas que debilitan la seguridad fronteriza. Su retórica sobre crear “un camino sincero hacia la ciudadanía” es simplemente otro intento de disfrazar su falta de compromiso real con la seguridad de los estadounidenses. Y eso que estamos siendo generosos, porque ella misma dijo que no ha estado en la frontera.
En el ámbito internacional, Harris se ha presentado como una firme defensora de aliados como Ucrania e Israel, diciendo: “Me mantendré firme con Ucrania y nuestros aliados de la OTAN” y “siempre defenderé el derecho de Israel a defenderse”. Sin embargo, su apoyo a Hamás y su indiferencia ante la verdadera seguridad de Israel desmienten sus declaraciones. Esta disonancia entre palabras y acciones revela la superficialidad de su compromiso con la paz y la seguridad mundial.
Finalmente, Harris intenta proyectar una imagen de unidad y liderazgo moral. Declaraciones como “Ninguno de nosotros tiene que fallar para que todos tengamos éxito” y “Con esta elección, nuestra nación tiene una oportunidad preciosa y efímera de superar la amargura, el cinismo y las batallas divisivas del pasado. Una oportunidad de trazar un nuevo camino a seguir” suenan vacías cuando se consideran sus acciones divisivas y su tendencia a poner su agenda personal por encima de los intereses nacionales. Su promesa de ser “una presidenta para todos los estadounidenses” y de “poner siempre al país por encima del partido y de sí misma” carece de credibilidad, dada su historia de priorizar la ideología sobre el bienestar de la nación.
En resumen, Kamala Harris representa una peligrosa mezcla de hipocresía y contradicción. Su retórica llena de promesas vacías y su falta de coherencia entre palabras y hechos revelan una líder que no es digna de la confianza de los estadounidenses. Mientras siga promoviendo una agenda que no refleja los verdaderos intereses del pueblo, Harris continuará siendo un ejemplo de lo que está mal en la política estadounidense actual.