Con apenas cuatro meses al mando del Departamento de Salud, Kennedy Jr. ha impulsado una agenda radical que redefine la salud pública estadounidense: prohibiciones a los tratamientos trans en menores, restricciones a los alimentos ultraprocesados, defensa de la vacunación como decisión personal y el histórico retiro de Estados Unidos de la OMS. Una revolución que polariza, pero que gana apoyo popular.
Con apenas cuatro meses al frente del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), Robert F. Kennedy Jr. ha dejado claro que su paso por la política norteamericana no terminó con su fallida candidatura presidencial. Bajo el lema Make America Healthy Again (MAHA), Kennedy ha emprendido una verdadera revolución sanitaria, imprimiendo a la gestión de salud pública una impronta personal que está sacudiendo tanto a sus defensores como a sus críticos.
Desde la eliminación de los tratamientos transgénero para menores hasta la guerra contra los alimentos ultraprocesados, pasando por la ruptura con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la agenda de Kennedy combina posturas conservadoras con un enfoque de salud integral que busca recuperar —según sus palabras— “el sentido común en la medicina y la salud pública”.
Uno de los ejes más controversiales de esta “revolución Kennedy” ha sido la cruzada contra los tratamientos hormonales y quirúrgicos para menores de edad con disforia de género. A través de una carta dirigida a los proveedores de salud, Kennedy instó a revisar los protocolos existentes para “proteger a los niños de intervenciones dañinas”. Citando un informe reciente, advirtió sobre los riesgos de infertilidad, disfunción sexual, trastornos metabólicos y psiquiátricos, entre otros daños potenciales.
Además, el HHS lanzó un portal para denunciar las llamadas “mutilaciones químicas y quirúrgicas” en menores y anunció investigaciones a hospitales que practican este tipo de procedimientos, muchos de ellos financiados por fondos públicos a través de Medicare y Medicaid. El Dr. Mehmet Oz, administrador de CMS, calificó estas intervenciones como “procedimientos de alto riesgo e irreversibles realizados en niños vulnerables”.
HHS sent a letter to health care providers, risk managers, and state medical boards urging immediate updates to treatment protocols for minors with gender dysphoria based on HHS’ comprehensive review that found puberty blockers, cross-sex hormones, and surgeries have very weak… pic.twitter.com/tj2mtx3Pq9
— HHS.gov (@HHSGov) May 28, 2025
Otro frente prioritario de la agenda MAHA es la lucha contra los alimentos ultraprocesados, a los que Kennedy no ha dudado en calificar como “veneno”. Su cruzada comenzó simbólicamente con un almuerzo saludable en una escuela primaria de Virginia y ya ha tenido consecuencias concretas: Nebraska prohibió la compra de comida chatarra con cupones SNAP, y se espera que más de una docena de estados sigan el mismo camino.
El informe MAHA, que analiza la crisis de enfermedades crónicas infantiles, señala a los ultraprocesados como factores claves en el aumento de obesidad, diabetes y trastornos inmunológicos en niños. A pesar de las críticas que apuntan a que estas restricciones afectarían a las familias de bajos recursos, Kennedy defiende la iniciativa con firmeza: “Es una ilusión pensar que son baratos; acabas pagándolos con enfermedades”.
Además, se prepara una revisión radical de la Guía Alimentaria para los Estadounidenses, que pasará de 160 páginas a sólo cuatro, centradas en un principio básico: “Coma alimentos integrales, coma alimentos que son buenos para usted”.
It’s an illusion to think that processed food is cheap because you end up paying for it with diabetes, autoimmune dysregulation, mitochondrial dysfunction, inflammation and more.
— Secretary Kennedy (@SecKennedy) May 23, 2025
The MAHA Report is about getting every American to demand accessibility to good whole foods in their… pic.twitter.com/IYRpfJpN3J
Aunque históricamente asociado con el movimiento antivacunas, Kennedy ha matizado su postura desde que asumió el cargo. En su audiencia de confirmación declaró: “Estoy a favor de la seguridad en las vacunas. Todos mis hijos están vacunados”. Durante el reciente brote de sarampión en Texas, instó a la vacunación, aunque subrayando que esta es “una decisión personal”.
No obstante, en mayo anunció que las vacunas contra el COVID-19 han sido retiradas del calendario recomendado para niños sanos y mujeres embarazadas, alineándose con la postura de varios países europeos.
Sin duda, la medida con más repercusión internacional fue la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud. La decisión dejó a la OMS sin su principal contribuyente y obligó a drásticos recortes en su estructura. Si bien Washington no descarta un eventual regreso, ha condicionado cualquier reintegración a reformas profundas que garanticen “soberanía nacional y resultados reales”.
Tras el anuncio, Kennedy y su par argentino emitieron un llamado conjunto a otras naciones para promover una nueva cooperación sanitaria global basada en “transparencia, soberanía y resultados”.
En el plano farmacéutico, Kennedy ha impulsado una agresiva política para reducir el precio de los medicamentos. “Estados Unidos representa el 75% de los ingresos de las compañías farmacéuticas”, recordó al firmar, junto al presidente Trump, una orden ejecutiva en ese sentido.
También ha emprendido acciones para eliminar experimentos en animales considerados éticamente cuestionables, como el proyecto que destinaba ocho millones de dólares a crear “ratones transgénero”. Y ha prometido una investigación transparente sobre las causas del autismo, “para ofrecer las respuestas que las familias llevan esperando demasiado tiempo”.
A pesar de las controversias, Robert F. Kennedy Jr. es hoy el miembro más popular de la administración Trump: cuenta con un 46% de imagen positiva, según Harvard/Harris, y su gestión del HHS recibe el respaldo del 40% de los ciudadanos, con tendencia al alza.
Su revolución sanitaria no deja indiferente a nadie. Para sus críticos, es un cruzado imprudente que mezcla política e ideología en la medicina. Para sus partidarios, un reformista audaz que está devolviendo el sentido común a la política de salud.
En cualquier caso, su consigna Make America Healthy Again ya ha comenzado a transformar el panorama sanitario estadounidense.