En una era dominada por la gratificación instantánea, la “cultura del hookup” ha reemplazado al cortejo tradicional, despojando al sexo de su dimensión sagrada y comprometiendo la salud emocional de quienes participan en relaciones sin amor ni propósito. Frente a esta realidad, la propuesta católica de la castidad y el amor comprometido ofrece un camino de verdad, plenitud y comunión con Dios.
Por: Beatriz Madan
El cortejo solía ser un tiempo para que un hombre y una mujer se conocieran verdaderamente, con el objetivo de discernir el matrimonio.
Hoy, sin embargo, el panorama de las citas —conocido como la “cultura del hookup”— ha cambiado drásticamente esta dinámica. Las relaciones modernas con frecuencia carecen de una conexión genuina y tienen poco que ver con discernir un compromiso de por vida. En cambio, la cultura del hookup reduce las relaciones a encuentros transaccionales enfocados únicamente en el placer, sin compromiso ni amor.
La enseñanza católica sostiene que el sexo es un don sagrado reservado para el matrimonio, con fines tanto unitivos como procreativos. La cultura del hookup distorsiona esto, promoviendo el sexo sin compromiso ni verdadera unión, y a menudo evitando la posibilidad de la procreación. El sexo, que está destinado a ser un don de uno mismo, se convierte en gratificación personal, objetivando a la otra persona como una fuente de placer y no como un compañero en una relación amorosa y generadora de vida.
Los estudios científicos muestran que durante el sexo se liberan hormonas como la oxitocina (especialmente en mujeres) y la vasopresina (en hombres), creando vínculos emocionales fuertes. Los encuentros casuales desencadenan estos vínculos pero luego los rompen abruptamente, causando dolor emocional, confusión y, a veces, daños a largo plazo. Este ciclo a menudo resulta en insatisfacción, aumento de la ansiedad y una sensación de vacío.
¿Por qué persiste la cultura del hookup a pesar de estos daños? La sociedad glorifica la gratificación instantánea y la indulgencia, alabando la libertad sexual sin reconocer las consecuencias más profundas y duraderas.
Además, la cultura del hookup socava la sacralidad del matrimonio y debilita a las familias mediante relaciones fragmentadas y embarazos fuera del matrimonio. Y, lo más importante, nos aleja de Dios al tratar nuestros cuerpos como juguetes y no como templos del Espíritu Santo. La castidad y la abstinencia no son un rechazo del sexo, sino su elevación, afirmando la importancia del sexo dentro de una relación comprometida y amorosa.