NOTA: Disfrute de este extracto de The American Daily Reader , del presidente de CatholicVote, Brian Burch, y Emily Stimpson Chapman. Para pedir el volumen completo, ¡visite la tienda CatholicVote hoy!
El obispo Benedict Joseph Fenwick, SJ, estaba decidido a abrir una universidad católica en Boston. Pero no cualquier universidad. Quería un colegio jesuita.
En 1827, poco después de su ordenación episcopal, el ex presidente de la Universidad de Georgetown lanzó su primer intento de fundar su colegio. Amuebló un aula en el sótano de la catedral y comenzó personalmente a instruir a los jóvenes católicos más prometedores de la ciudad. Llamó a la escuela “Boston College”.
Desafortunadamente, le llevó 15 años convencer a otros jesuitas de que se unieran a él, y para entonces los funcionarios protestantes de la ciudad ya habían puesto firme su postura. No querían ninguna universidad católica en Boston.
No dispuesto a admitir la derrota, Fenwick comenzó a buscar en otra parte propiedades en las que pudiera construir una escuela adecuada. Finalmente encontró esa propiedad en la pequeña ciudad de Worcester, Massachusetts. Lo compró el 2 de febrero de 1843.
En noviembre siguiente, seis niños de entre 9 y 19 años comenzaron sus estudios en la escuela de Fenwick, a la que llamó “Colegio de la Santa Cruz”.
Seis años más tarde, el joven James Augustine Healy, más tarde el primer obispo afrodescendiente de Estados Unidos, fue el mejor alumno de la promoción inaugural de la universidad. Sin embargo, a pesar de sus éxitos, el anticatolicismo continuó persiguiendo a la escuela, y los funcionarios de la Commonwealth negaron repetidamente a la universidad un estatuto. Hasta 1865, cuando el gobernador finalmente cedió, los diplomas debían otorgarse a través de la Universidad de Georgetown.
En los años siguientes, la escuela floreció y finalmente se convirtió en una de las universidades de artes liberales más respetadas académicamente del país. En los años previos y posteriores al Concilio Vaticano Segundo, también se ganó la reputación de ser un centro para el emergente movimiento católico de justicia social y, en 1974, la revista TIME lo denominó “la cuna de la izquierda católica”.
En los últimos años, la universidad ha estado en el centro de un debate en curso sobre la naturaleza de la educación superior católica y ha sido criticada por dar la bienvenida al campus a políticos y grupos pro-elección, en ocasiones poniéndola en desacuerdo con su ordinaria local. A pesar de la controversia, la escuela continúa prosperando y educa a casi 3000 estudiantes universitarios cada año.