Es cierto, como dice esta columna, que la proliferación de estas máquinas en las universidades expone a los estudiantes a peligros o riesgos que se les esconden o que se minimizan y se invita a ignorarlos. Pero también es cierto que estas máquinas son un monumento a la vida licenciosa y libertina propia de las universidades de hoy. A la politización de la educación que entontece las mentes, se le suma la normalización de los vicios.
Kristan Hawkins escribió en Fox News que “los padres que preparan a sus hijos para ir a la universidad tienen muchos temores. ¿Aprovecharán sus hijos al máximo su carísimo viaje? ¿Conocerán a personas que les ayuden o les perjudiquen? El tiempo lo dirá, pues tristemente sabemos que algunas clases no valdrán ni el papel virtual en el que los profesores activistas conjugan disparates. Aun así, un problema grave en los campus hoy en día no es sólo que estudiar a Taylor Swift parece ser más para que un profesor cobre que para preparar a los estudiantes para la vida, es que la política disfrazada de consenso comunica algunas ideas realmente malas”.
“Por ejemplo, la reciente obsesión por poner máquinas expendedoras de Plan B en los campus universitarios como una especie de medicamento milagroso en una América post-Roe. Un sesgo antibebé y antifamilia impregna muchos campus exponiendo a los estudiantes a riesgos y peligros de los que no se les habla o que se les dice que ignoren”, señala la autora.
Según Hawkins, “esta mala idea está ganando terreno, y Students for Life of America se ha enfrentado a ella de mar a mar, en Florida, Massachusetts, Washington y más allá, lo que nos ha llevado a crear un conjunto de herramientas para los estudiantes preocupados por sus compañeros. Fox informa: “Ahora hay 39 universidades en 17 estados con máquinas expendedoras de anticonceptivos de emergencia, y al menos 20 más las están considerando, según la Sociedad Americana de Anticoncepción de Emergencia””.
“No hay nada como la distribución casual de medicamentos mortales junto a la máquina de refrescos. Los periodistas que cubren esta historia a menudo me preguntan si el Plan B es mejor que nada. No, no lo es, es mucho peor. La construcción social del lobby abortista predica que la única consecuencia “mala” del sexo es la presencia o ausencia de un bebé. Esto está llevando a que la distribución casual del Plan B exponga a las jóvenes a personas peligrosas, a consecuencias físicas desconocidas y a la actual epidemia de enfermedades de transmisión sexual (ETS)”, agrega la columna.
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Foto: towfiqu-barbhuiya/unsplash