Fiel al estilo de morena y su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo juramentó como presidente de los Estados Unidos Mexicanos al clamor popular de “¡Presidenta!”. Sin embargo, ¿qué implica esto para occidente y cómo nos afecta?
La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de México marca un momento histórico, siendo la primera mujer en asumir el máximo cargo en un país de Norteamérica. Sin embargo, su ascenso no está exento de controversias, ya que representa una visión política que se aleja de los valores tradicionales de México.
Uno de los aspectos más relevantes es que Sheinbaum no profesa fe religiosa, algo significativo en una nación donde la fe católica tiene profundas raíces culturales e históricas. Y por último, de no ser así, es una nación que se cataloga “Guadalupana” para bien o para mal.
En un país donde la religión, particularmente el catolicismo, sigue siendo un pilar fundamental de la identidad social y cultural, el hecho de que Sheinbaum no comparta esta fe representa un distanciamiento preocupante. Su postura laica sugiere una desconexión con una parte esencial de lo que ha definido a México, lo que podría generar tensiones con aquellos sectores que ven en la fe un valor esencial para el tejido social.
Como defensora de la Agenda 2030 y ahora del Pacto del Futuro 2045, Sheinbaum respalda un proyecto que promueve la equidad de género, la sostenibilidad y la justicia social. Sin embargo, estas políticas avanzan hacia la consolidación de un socialismo progresista que, aunque no es comunismo, implica un cambio drástico en las estructuras tradicionales. Bajo su liderazgo, se espera que el aborto sea aún más accesible, y que la ideología de género se implemente a nivel social y educativo, erosionando los valores familiares tradicionales. Además, el indigenismo socialista que ella promueve no solo busca revalorizar a las comunidades indígenas, sino que también fomenta una narrativa divisoria que podría generar.
A la toma de protesta de Sheinbaum asistió el guerrillero del M19 de Colombia, Gustavo Petro; el presidente Ignazio Lula Da Silva, quien fundó el Foro de São Paulo; el presidente de Paraguay, Santiago Peña; el presidente de República Dominicana, Luis Abinader; y la presidente de Honduras, Xiomara Castro. También estuvieron presentes el dictador cubano, Miguel Díaz-Canel y el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo.
Una figura destacada fue la primera dama de Estados Unidos, Jill Biden, quien asistió en representación del presidente Joe Biden. Menos mal no vino Kamala Harris, porque eso pudo haber consolidado su candidatura entre los hispanos incautos que aún asumen que ella puede no ser tan nociva.
La combinación de Claudia Sheinbaum en México y la potencial elección de Kamala Harris en Estados Unidos representa un peligro para Occidente. Juntas, consolidarían una hegemonía progresista en Norteamérica, facilitando la expansión de políticas que debilitan los valores tradicionales de las sociedades occidentales.
La promoción del feminismo radical y de la ideología de género bajo sus liderazgos cambiaría drásticamente la estructura social y cultural, mientras que el indigenismo socialista de Sheinbaum podría fomentar divisiones internas en México. Este tándem de poder político consolidaría el aborto, la redefinición de la identidad sexual y una agenda que busca subvertir los valores occidentales que han sido el pilar de las democracias más estables de la región.
Espero en algún momento poder ampliar el asunto del catolicismo en México. Sinónimo de ser pesimista o sembrar desesperanza, puedo afirmar que gran parte de México ya no es católico, solo guadalupano. Se ha perdido el cimiento de la fe e incluso existen muchos sacerdotes que desinforman respecto a la misma. Es inadmisible que haya habido una cantidad considerable de sacerdotes e incluso obispos que apoyen a una candidata que pretende consolidar todo aquello que la iglesia condena. El aborto y la ideología de género se consolidarán como políticas de Estado, mientras que el indigenismo socialista avivará divisiones que podrían generar más polarización.
Estos cambios representan una amenaza para la sociedad y nos presenta un desafío muy fuerte como Iglesia, porque estarían debilitando las instituciones y erosionando los pilares culturales y religiosos que han sostenido a la civilización occidental.
Es preciso que oremos mucho por México para que recupere su fe y deje las supersticiones. Es momento de que vuelvan a conocer los cimientos reales de su fe y no la tergiversación que han creado los medios, los grupos de poder e incluso algunos infiltrados dentro de la Iglesia Católica.