Nuevas investigaciones confirman que, contra lo que predica la ideología dominante, las mujeres casadas con hijos son las que reportan mayores niveles de felicidad, menos soledad y un sentido más profundo de propósito en la vida.
En una magistral nota de Glenn T. Stanton para The Federalist, se explica que durante décadas la ideología feminista dominante insiste en presentar el matrimonio y la maternidad como cargas insoportables que arrastran a la mujer hacia la miseria. Ya en 1972, la socióloga feminista Jesse Bernard, en su libro El futuro del matrimonio, afirmaba que “el matrimonio introdujo discontinuidades tan profundas en la vida de las mujeres que constituyen auténticos riesgos para la salud emocional”. Más recientemente, Lyz Lenz, en su bestseller del New York Times de 2024, “Cómo terminé mi matrimonio y comencé mi vida”, describe el matrimonio con un tono sombrío, como “el eterno retorno de la basura al suelo”. La cultura dominante ha interiorizado este discurso. No sorprende, entonces, que solo el 32% de las mujeres crean que el matrimonio y la maternidad conducen a una vida más plena y feliz, mientras que el 47 % de las jóvenes solteras considera la soltería como una ruta más directa hacia la felicidad femenina. Estudios de Pew Research confirman que menos mujeres jóvenes que hombres expresan el deseo de tener hijos en el futuro.
Sin embargo, la realidad, avalada por investigaciones científicas sólidas, desmiente esta narrativa ideológica. La Encuesta Social General, referente académico en ciencias sociales, muestra que entre mujeres de 18 a 55 años en Estados Unidos:
Incluso durante la pandemia de COVID-19, fueron las casadas con hijos quienes mostraron mayores índices de felicidad en medio de la adversidad.
Estos datos no son una excepción. Un nuevo informe del Instituto de Estudios Familiares[6], basado en la Encuesta de Bienestar de la Mujer (WWS) realizada a 3.000 mujeres en marzo de 2025, confirma que las madres casadas son sistemáticamente las más felices. La investigación, dirigida por Jean W. Twenge (Universidad Estatal de San Diego), demuestra que «casi el doble de madres casadas se declaran muy felices» en comparación con las mujeres solteras sin hijos, incluso controlando factores como edad, ingresos y educación.
Los resultados son claros:
Alguien podría preguntarse entonces por qué las madres casadas son más felices. Twenge y su equipo señalan que tanto el matrimonio como la maternidad ejercen influencias complementarias. Uno de los factores clave es la soledad. Mientras un 23 % de las madres solteras y un 20 % de las mujeres solteras sin hijos afirman sentirse solas la mayor parte del tiempo, solo un 11 % de las madres casadas y un 9 % de las casadas sin hijos reportan ese sentimiento. Es decir, el matrimonio protege contra la soledad.
Otro factor es el contacto afectivo. En la encuesta WWS, el 51 % de las madres casadas dice recibir suficiente afecto físico, frente a solo un 17 % de las solteras sin hijos. El 58 % de las madres casadas afirma recibir abrazos y besos casi todos los días, frente a un escaso 18 % de las mujeres solteras sin hijos. Esto confirma que la ternura cotidiana en el hogar (abrazos, besos, caricias) es fuente de estabilidad emocional y alegría.
Finalmente, el matrimonio y la maternidad otorgan un propósito más profundo a la vida. El 33 % de las madres casadas afirma que lo que hace en su vida “es valioso y vale la pena”, frente al 20 % de las solteras sin hijos. Además, el 49 % de las madres casadas asegura que su vida “tiene sentido todo el tiempo o la mayor parte del tiempo”, mientras que solo el 32 % de las solteras sin hijos percibe lo mismo.
No se niega que la maternidad comporte sacrificios porque es sabido que las madres, casadas o solteras, son más propensas a sentirse agotadas y a disponer de menos tiempo libre. Sin embargo, precisamente en esa entrega de sí mismas encuentran una felicidad más auténtica, duradera y profunda, porque el amor que se da (especialmente al esposo y a los hijos) retorna en forma de alegría y sentido vital. La investigación concluye que “las oportunidades de mayor contacto, menos soledad y más significado parecen brindar a las madres casadas las vidas más felices”.
Desde la fe, no sorprende este hallazgo por cuanto el matrimonio es un sacramento instituido por Cristo (Mt 19, 4-6; Ef 5, 31-32), en el que el esposo y la esposa participan de la gracia divina para vivir en unidad, fidelidad y apertura a la vida. La maternidad, lejos de ser un “lastre”, es cooperación directa con el Creador en el don de la vida humana. El mundo promete felicidad en la independencia y en la ruptura de vínculos, pero los datos muestran lo contrario; en verdad es que en la entrega mutua y en el don de la vida es donde la mujer encuentra plenitud. Por eso, la Iglesia enseña que “el hombre no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino a través del don sincero de sí mismo” (Gaudium et Spes, 24).
Las cifras de la Encuesta de Bienestar de la Mujer de 2025 no hacen sino confirmar lo que la fe cristiana ha afirmado siempre. No se puede soslayar que la plenitud de la mujer no se halla en el aislamiento ni en la negación de su vocación, sino en el amor fecundo que florece en el matrimonio y en la maternidad. Difundir estos datos entre las jóvenes no es solo un deber académico y periodístico, sino también una obra de justicia y caridad, frente a una cultura que pretende convencerlas de que el camino de la entrega y la vida es una condena, cuando en realidad es la puerta de la verdadera alegría.