El Departamento Correccional de ese estado ha prohibido el uso de vino durante las ceremonias religiosas que se celebren en los centros penitenciarios, afectando con ello la celebración de las misas. La medida es un flagrante atentado contra la vida sacramental de los internos católicos, y una muestra más de la ignorancia burocrática acerca de las necesidades y realidades espirituales de las personas. Qué falta de humanidad.
The Spectator informó que “el Departamento Correccional de Alaska ha instituido una nueva política que prohíbe el uso de vino de altar durante las ceremonias religiosas, prohibiendo de hecho que se ofrezca misa católica en los centros correccionales”.
“No se utilizará vino de altar ni otras bebidas alcohólicas en ninguna actividad. Puede considerarse el uso de un sustituto no alcohólico (zumo) del vino de altar”, reza la política provisional establecida el 6 de junio, citada en la nota.
“El uso de una pequeña cantidad de vino por parte de un sacerdote católico en la celebración de la Santa Misa es un requisito para los católicos”, explicó Brian Burch, presidente de CatholicVote, en una declaración a The Spectator citada en la nota. “Esto se hace porque la misa católica conmemora la Última Cena, donde creemos que el propio Cristo transformó el vino en su cuerpo, sangre, alma y divinidad, y pidió a sus apóstoles que continuaran esta práctica como un memorial perpetuo”, continúa la cita.
“Nunca se debe impedir a los presos el acceso a la ayuda espiritual, incluida la disponibilidad de los sacramentos católicos. Los propios presos no necesitan participar en el consumo del vino consagrado. Pero el sacerdote debe hacerlo”, dijo Burch, nuevamente citado en la publicación.
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Foto: grant-durr/unsplash