Durante la conferencia de prensa del sínodo del jueves, obispos de Texas, Líbano y Sudáfrica compartieron los desafíos particulares que la inmigración plantea para cada uno de sus países.
El obispo Daniel Ernest Flores, de una gran diócesis junto a la frontera entre Estados Unidos y México en Texas, dijo que su diócesis es pobre y está abrumada por los inmigrantes. Flores destacó que la gente de su diócesis es extremadamente generosa a pesar de su pobreza. Esta generosidad refleja una disposición interior del corazón necesaria para cualquier ministerio en la Iglesia, dijo.
“El ejercicio de cualquier estructura, ministerio o autoridad de la Iglesia debe basarse en una conversión fundamental del corazón”, dijo, refiriéndose al ministerio episcopal, el trabajo misionero con refugiados y el servicio diario unos a otros. Esta disposición interior “es esencial para que cualquier estructura esté obteniendo verdaderamente el bien que esperamos obtener”.
Continuó: “Lo que me preocupa es cómo podríamos inaugurar una profunda sed de convertirnos en un pueblo (bautizado y ordenado) que esté enfocado en servirse unos a otros en el corazón de Cristo. Para mí esto lo es todo. Sin esto no es nada— sin esto no hay nada”.
El obispo Khalil Alwan del Líbano dijo que su país acoge a más de 5 millones de inmigrantes sirios, que es el mayor número de refugiados del mundo. Según Alwan, las condiciones en los campos de refugiados son inhumanas y el ministerio de la Iglesia está luchando por atender adecuadamente a las enormes cantidades de inmigrantes.
“No podemos darles a estas personas una existencia digna”, afirmó. “Intentamos darles comida y ropa, pero por razones políticas esta gente no puede regresar a su país”.
El obispo Anton Dabula Mpako dijo que su país, Sudáfrica, alberga a más de 2,9 millones de refugiados, el mayor número de inmigrantes en el continente africano. Mpako dijo que la mayoría de los inmigrantes vienen por problemas económicos.
Señaló que los misioneros católicos en Sudáfrica luchan por ministrar a todos los inmigrantes.
“Algunos de los inmigrantes son católicos que quieren seguir practicando su fe católica y muy a menudo se ven abandonados a su suerte”, dijo. “Así que estamos tratando de ver cómo podemos brindarles atención pastoral de una manera que se adapte a su situación”.
Según Mpako, ejemplos de atención pastoral adecuada incluyen oraciones y misas en las lenguas nativas de los refugiados y solicitar que vengan misioneros también de los países nativos de los refugiados.
“Es un gran desafío pero estamos haciendo lo mejor que podemos como Iglesia local”, dijo.