Tú, Señor, que haces elocuentes las lenguas de los niños,
dirige mi lengua y difunde en mis labios la gracia de tu bendición.
Dame agudeza para entender, capacidad para retener,
métodos y facultad para atender, sutileza para interpretar,
gracia y abundancia para hablar.
Dame acierto al empezar,
dirección al continuar, perfección al acabar.
Oh, Señor que vives y reinas, verdadero Dios y hombre, por los siglos de los siglos.
Amén.
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Foto: redd-f/unsplash