Por: Lic. Horacio Giusto
En las últimas horas, el profesor Andrea Arcangeli, director de la Dirección de Sanidad e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano, ha certificado las señalas causas en el informe de defunción publicado esta tarde por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
A partir de una noticia que deja consternado al mundo entero, y en especial al pueblo católico, conviene reflexionar sobre lo que debe importar al momento de orar.
En primer lugar, es oportuno que el católico tenga presente orar por el Sumo Pontífice y su eterno descanso. Tal como enseña el catecismo: “882 El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles “(LG 23). “El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad” (LG 22; cf. CD 2. 9)”; de ello se sigue para un católico, el Papa no es simplemente un líder religioso: es el sucesor de San Pedro, el Vicario de Cristo en la Tierra y el Pastor supremo de la Iglesia universal. Su papel tiene profundas raíces teológicas, espirituales y eclesiales. “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo 16, 18) es un recordatorio del fundamento que tiene la Iglesia, y el deber moral que tiene todo fiel es guardar respeto y orden al sucesor de la silla petrina.
En segundo lugar, sin embargo, es importante recordar que la autoridad debe ejercerse en comunión con los obispos y en continuidad con la enseñanza de la Iglesia. La “hermenéutica de la continuidad”, promovida por Benedicto XVI, resuena con el pensamiento tomista al integrar la tradición con las circunstancias actuales sin alterar la esencia de la fe. A medida que se aproxima un nuevo cónclave, la elección del próximo Papa será decisiva para el rumbo de la Iglesia. Desde una perspectiva tomista, se espera un líder que reafirme la verdad objetiva, fortalezca la unidad eclesial y guíe a los fieles hacia su fin último: la unión con Dios. Por ello es importante orar porque el próximo Papa puede mantenerse fiel a la Tradición; más en estos tiempos de tanta confusión donde las agendas climáticas, los acuerdos secretos con China, la Iglesia Sinodal, la bendición a parejas del mismo sexo, la duda sobre el celibato o el diaconado femenino parecen eclipsar la misión salvífica de la Iglesia Militante.
Tal como dice aquel texto de Demos II: “El próximo pontificado tendrá, pues, la tarea de redescubrir y restablecer las verdades que poco a poco se han oscurecido o perdido entre muchos cristianos. Estas verdades son, entre otras:
(a) “Nadie se salva sino por Jesucristo, y sólo por Él, como Él mismo lo dijo claramente.
(b) Dios es misericordioso, pero también justo, y está íntimamente interesado en cada vida humana. Él perdona, pero también nos pide cuentas;
(c) El hombre es una criatura de Dios, no una invención propia; una criatura no meramente emotiva y con apetitos sino también con intelecto, libre albedrío y un destino eterno;
(d) Existen verdades objetivas inmutables sobre el mundo y la naturaleza humana, que pueden conocerse mediante la Divina Revelación y el ejercicio de la razón;
(e) La Palabra de Dios, recogida en las Escrituras, es fiable y tiene una fuerza permanente;
(f) El pecado es real y sus efectos son mortales;
(g) La Iglesia tiene tanto la autoridad como el deber de ‘hacer discípulos a todas las naciones’. Si no se abraza con alegría esta labor de amor misionera y salvadora, tiene consecuencias reales. Como dice San Pablo en 1Cor 9,16: ‘¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!’.”” (La Nuova Bussola Quotidiana/Dici n° 442)
Aunque uno pueda creer que hay gran dureza en estas palabras, lo cierto es que la caridad implica claridad en la verdad. Hoy corresponde orar por el Papa Francisco, y también por el futuro de una Iglesia que se halla bajo martirio y persecución, no sólo externa tal como acontece en África y Asia, sino interna, donde el modernismo religioso (condenado ya por San Pío X) se ha infiltrado y enquistado en la curia. Es preciso orar y trabajar para que la heterodoxia deje de mermar la ortodoxia de la Revelación, el Magisterio y la Tradición.