Por: Horacio Giusto
En días recientes, el padre jesuita James Martin equiparó la lectura de libros infantiles con personajes LGBT a la forma en que Jesús proponía sus parábolas. Lo hizo en respuesta a la decisión del Tribunal Supremo estadounidense en el caso Mahmoud v. Taylor, donde se dictaminó que padres pueden eximir a sus hijos de contenidos escolares que incluyan enseñanzas sexuales o temas LGBT. “La decisión de la Corte Suprema sobre la prohibición de que los padres lean libros con personajes LGBTQ+ para sus hijos nos recuerda que las objeciones a temas LGBTQ+ a menudo se disfrazan de ‘objeciones religiosas… Obviamente, algunos materiales no son aptos para niños, especialmente si son sexualmente explícitos, pero algunos de estos libros simplemente presentan personajes gays”publicó el jesuita.
Martin, inicialmente, había publicado un mensaje en X pero lo eliminó luego de que se vertieran insultos “homofóbicos” (según él). Sin embargo, amplió su posición en un artículo en su plataforma Outreach. Con lúcida precisión argumenta, ciertamente, “algunos materiales no son apropiados para niños, sobre todo si son explícitamente sexuales”; pero añade que existen lecturas que únicamente introducen personajes homosexuales sin entrar en detalles impropios. Invoca la autoridad narrativa de Jesús, refiriéndose a la parábola del Buen Samaritano; aquel relato, dijo Martín, fue amenazante para las convicciones religiosas de muchos en su tiempo, pues exaltaba a un samaritano —una figura considerada impura por los judíos— como modelo moral. De hecho sus palabras fueron: “Y en cuanto a las historias amenazantes, es esencial recordar que Jesús no sólo se acercó a los marginados, sino que una de sus historias más famosas, la Parábola del Buen Samaritano, trataba sobre alguien de un grupo étnico odiado: los samaritanos eran en ese momento despreciados por muchos judíos, debido al lugar donde adoraban a Dios (Lucas 10: 25-37). Esa historia, que amenazaba las creencias religiosas de muchas personas de la época, es, sin embargo, central para la cosmovisión cristiana. Y retrata a alguien de un grupo étnico odiado no solo de forma positiva, sino que contrasta con el egoísmo de quienes estaban “dentro”. Para ser claros: muchas personas en la época de Jesús habrían rechazado la historia del Buen Samaritano por “razones religiosas””. Y sin embargo, ese relato es central para la cosmovisión cristiana porque desafía a los “de dentro” a mirarse y a reconocer la virtud en el “otro”, mostrándose así una tergiversación por parte del sacerdote en cuestión.
En contraste, la decisión mayoritaria del Tribunal Supremo, redactada por el conservador Samuel Alito, subrayó con firmeza que los padres tienen la responsabilidad primaria y el derecho constitucional de educar a sus hijos. Según Alito, obligar a los alumnos a recibir instrucción que podría “socavar sus creencias religiosas” constituye una carga excesiva para su ejercicio religioso. Así, el Tribunal recuerda también que la educación de los hijos es una «práctica religiosa» digna de protección, que trasciende las fronteras del hogar y abarca la posibilidad de elegir una escuela que esté alineada con la cosmovisión familiar. En su opinión mayoritaria para la Corte, el juez católico Samuel Alito dejó en claro que los padres tienen la responsabilidad principal, y el derecho, de educar a sus hijos. Se extrae del fallo: “Un gobierno obstaculiza el ejercicio religioso de los padres cuando les exige someter a sus hijos a una instrucción que representa una amenaza muy real de socavar las creencias y prácticas religiosas que desean inculcar… tun gobierno no puede condicionar el beneficio de la educación pública gratuita a la aceptación de dicha instrucción por parte de los padres… La práctica de educar a los hijos en las creencias religiosas, como todos los actos y prácticas religiosas, goza de una generosa protección en nuestra Constitución. Y esto no se limita al derecho a enseñar religión en el hogar. Se extiende, más bien, a las decisiones que los padres desean tomar para sus hijos fuera del hogar. Protege, por ejemplo, la decisión de un padre de enviar a su hijo a una escuela religiosa privada en lugar de una pública”. Queda claro que prima el derecho a la libertad religiosa por sobre cualquier canon de la educación pública del Estado.
En virtud de ello es que el trabajo de James Martin se mofa de los creyentes que se oponen a que sus hijos sean obligados a leer libros LGBT. “Y en cuanto a las historias amenazantes, es esencial recordar que Jesús no solo se acercó a los marginados”, dijo Martin, “sino que una de sus historias más famosas, la Parábola del Buen Samaritano, trataba sobre alguien de un grupo étnico odiado: los samaritanos eran en ese momento despreciados por muchos judíos, debido al lugar donde adoraban a Dios (Lucas 10: 25-37)”. Martin de hecho, menosprecia a las personas que se oponen a la lectura de libros LGBT por lo que él llama “razones religiosas”. Según sus palabras, se cita nuevamente: “Esa historia (la parábola del Buen Samaritano), que amenazaba las creencias religiosas de muchas personas de la época, es, sin embargo, fundamental para la cosmovisión cristiana… Y retrata a alguien de un grupo étnico odiado no solo de forma positiva, sino en contraste con el egoísmo de quienes estaban ‘dentro’. Para ser claros: muchas personas en la época de Jesús habrían rechazado la historia del Buen Samaritano por ‘razones religiosas‘”. Esta no es la primera vez que Martin ha intentado socavar la enseñanza moral de la Iglesia Católica impulsando una agenda pro-LGBT. Recientemente comparó la crianza de los dos hijos que tuvo con su “esposo” el demócrata homosexual Pete Buttigieg con la relación que se encuentra en la Santísima Trinidad. Martin también afirmó falsamente que Buttigieg está “en matrimonio”.
Quizás Martin debería recordar que es un hombre religioso y que su religión enseña lo siguiente: “Los padres tienen la primera responsabilidad de la educación de sus hijos. Dan testimonio de esta responsabilidad, en primer lugar, creando un hogar donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado sean la norma. El hogar es propicio para la educación en las virtudes. Esto requiere un aprendizaje de la abnegación, el buen juicio y el autodominio, condiciones previas de toda verdadera libertad. Los padres deben enseñar a sus hijos a subordinar las dimensiones materiales e instintivas a las interiores y espirituales. Los padres tienen la grave responsabilidad de dar buen ejemplo a sus hijos. Al saber reconocer sus propias faltas ante sus hijos, los padres estarán mejor capacitados para guiarlos y corregirlos: El que ama a su hijo no escatimará la vara… El que disciplina a su hijo sacará provecho de él. Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y amonestación del Señor.” (Catecismo de la Iglesia Católica – 2223).