El Papa Francisco autorizó recientemente la canonización del beato José Gregorio Hernández, un médico venezolano reconocido por su dedicación a los pobres, convirtiéndolo en el primer santo de la nación.
Conocido como el “médico de los pobres”, Hernández dedicó su vida a servir a quienes no tenían a nadie que los cuidara. Nació en 1864 en el pequeño pueblo venezolano de Isnotú, se destacó en sus estudios y finalmente viajó a Europa para formarse en bacteriología, un campo de vanguardia en ese momento.
A su regreso a Venezuela, Hernández se convirtió en una figura destacada del Hospital José María Vargas de Caracas. Allí fundó el primer laboratorio de bacteriología del país y estuvo entre los 35 miembros fundadores de la Academia Venezolana de Medicina en 1904.
A pesar de sus logros académicos, el corazón de Hernández siempre estuvo con los más vulnerables, brindando tratamiento médico gratuito y ofreciendo no sólo curación sino también consuelo espiritual a los necesitados.
La profunda fe de Hernández lo llevó a unirse a la Tercera Orden de San Francisco como laico. Hizo dos intentos de ingresar al sacerdocio, pero se vio impedido por problemas de salud. A pesar de estos desafíos, siguió siendo un comulgante diario con una rica vida de oración.
Durante una audiencia general en 2023, el Papa Francisco reflexionó sobre el legado de Hernández y dijo que los cristianos están llamados no solo a hablar de los problemas, sino a “ensuciarse las manos” para abordarlos.
“Para él era natural ocuparse de quienes mendigaban por las calles y tenían gran necesidad del amor que recibía gratuitamente de Jesús todos los días”, dijo el Papa Francisco . “De ahí sacaba fuerza: de la intimidad con Dios”.
El Papa también señaló que la devoción del Beato Hernández por el cuidado de los demás tenía sus raíces en su propio reconocimiento de su necesidad de la gracia.
Hernández murió el 29 de junio de 1919, tras ser atropellado por un automóvil mientras entregaba medicamentos a un paciente pobre. Sucumbió a una herida en la cabeza sufrida en el accidente. Se estima que asistieron a su funeral unas 20.000 personas.
El proceso para su canonización comenzó en 1949. Fue declarado venerable en 1986 y beatificado en abril de 2021 después de que el Vaticano reconociera un milagro atribuido a su intercesión: la curación de una joven que había recibido un disparo en la cabeza.