En su nueva encíclica Dilexit Nos (“Él nos amó”), el Papa Francisco invita a los fieles a redescubrir el Sagrado Corazón de Jesús y dejar que la Iglesia Católica sea transformada por “la gracia ilimitada que fluye de Su Sagrado Corazón”.
El documento de 56 páginas es la cuarta encíclica del Papa Francisco y está dividido en cinco capítulos y una conclusión.
El Papa comienza su carta profundizando en la importancia del corazón en la historia y la tradición humana, desde los filósofos griegos hasta nuestros días. “En este mundo ‘líquido’ en el que vivimos, necesitamos empezar a hablar una vez más del corazón” como el lugar donde las personas “encuentran la fuente radical de sus fuerzas, convicciones, pasiones y decisiones”, escribe.
Señala que, en la era de la Inteligencia Artificial, “ningún algoritmo” es capaz de capturar todas las “pequeñas cosas, ordinarias en sí mismas pero extraordinarias para nosotros”, que “viven como recuerdos preciosos ‘guardados’ en lo profundo de nuestro corazón”.
“Sólo partiendo del corazón nuestras comunidades lograrán unir y reconciliar mentes y voluntades diferentes, para que el Espíritu pueda guiarnos en la unidad de hermanos y hermanas. La reconciliación y la paz nacen también del corazón”, afirma.
Aquí el Papa Francisco amplía cómo el corazón de Cristo “es el núcleo mismo de la predicación inicial del Evangelio”, presentando el argumento de que el verdadero amor en la tradición cristiana se traduce en acciones y obras de evangelización y misericordia, incluso en circunstancias difíciles.
“Si nos cuesta confiar en los demás porque hemos sido heridos por mentiras, heridas y desilusiones, el Señor nos susurra al oído: “¡Ánimo, hijo!” ( Mt 9,2), “¡Ánimo, hija!” ( Mt 9,22). Nos anima a superar el miedo y a darnos cuenta de que, con Él a nuestro lado, no tenemos nada que perder”.
«A primera vista -dice el Papa- todo esto puede parecer un piadoso sentimentalismo, pero es algo sumamente serio y de una importancia decisiva, que encuentra su expresión más sublime en Cristo crucificado. La cruz es la palabra de amor más elocuente de Jesús».
El Papa Francisco profundiza y extensamente en el significado y la larga historia detrás de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Esta devoción, explica, “está representada por una imagen que acentúa su corazón. Ese corazón de carne es visto como el signo privilegiado de la intimidad del Hijo encarnado y de su amor, tanto divino como humano. Más que cualquier otra parte de su cuerpo, el corazón de Jesús es el signo natural y el símbolo de su amor sin límites”.
“Es esencial darse cuenta”, dice, “de que nuestra relación con la Persona de Jesucristo es de amistad y adoración, atraída por el amor representado bajo la imagen de su corazón. Veneramos esa imagen, pero nuestro culto se dirige únicamente al Cristo vivo, en su divinidad y su humanidad plenaria, para que seamos abrazados por su amor humano y divino”.
“La venerable imagen de Cristo que nos muestra su corazón amoroso nos muestra también su mirada directa, invitándonos al encuentro, al diálogo y a la confianza; nos muestra sus manos fuertes capaces de sostenernos y sus labios que hablan personalmente a cada uno de nosotros”, añade.
También insiste en que el Sagrado Corazón de Jesús es “también Trinitario”, porque su amor apunta continuamente tanto al Padre como al Espíritu Santo.
“Nuestra relación con el corazón de Cristo cambia así gracias a la inspiración del Espíritu que nos conduce al Padre, fuente de vida y fuente última de gracia. Cristo no espera que nos limitemos a permanecer en él”, escribe.
El Papa Francisco explica luego que la promoción de la Comunión Eucarística el primer viernes de cada mes, impulsada por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, originalmente “envió un mensaje poderoso en un momento en el que muchas personas habían dejado de recibir la comunión porque ya no confiaban en la misericordia y el perdón de Dios”.
Pero esa práctica tiene hoy una nueva relevancia, ya que “en medio del ritmo frenético del mundo actual y de nuestra obsesión por el tiempo libre, el consumo y la diversión, los celulares y las redes sociales, nos olvidamos de nutrir nuestra vida con la fuerza de la Eucaristía”.
El Papa Francisco también destaca la importancia de la Adoración Eucarística cada jueves.
“Cuando la realizamos con devoción, en unión con muchos hermanos y hermanas nuestros y descubrimos en la Eucaristía el inmenso amor del Corazón de Cristo, ‘adoramos, juntamente con la Iglesia, el signo y la manifestación del amor divino que llegó hasta amar, a través del corazón del Verbo encarnado, al género humano’”.
“Añadiría –dice el Papa- que el corazón de Cristo nos libera también de otro tipo de dualismo, el de las comunidades y de los pastores, demasiado entregados a actividades externas, a reformas estructurales poco evangélicas, a planes obsesivos de reorganización, a proyectos mundanos, a lógicas seculares y a programas obligatorios, que a menudo dan como resultado un cristianismo despojado de los tiernos consuelos de la fe, de la alegría de servir a los demás, del fervor del compromiso personal en la misión, de la belleza de conocer a Cristo y de la profunda gratitud que nace de la amistad que Él ofrece y del sentido último que da a nuestra vida”.
El Papa explica que su objetivo en este capítulo, el más largo, es enfatizar la experiencia espiritual personal y el compromiso misionero comunitario, “dos aspectos esenciales que la devoción contemporánea al Sagrado Corazón necesita combinar”.
El Papa Francisco realiza un recorrido histórico para revisar las enseñanzas relacionadas con el Sagrado Corazón de Jesús, desde las Escrituras hasta la enseñanza contemporánea, deteniéndose en los numerosos santos que han contribuido a la comprensión y al desarrollo de la devoción.
El Pontífice ofrece una gran cantidad de citas del Antiguo y del Nuevo Testamento, de los primeros Padres de la Iglesia a los teólogos medievales, explicando que “poco a poco, el costado herido de Cristo, como morada de su amor y fuente de la vida de la gracia, comenzó a asociarse a su corazón, especialmente en la vida monástica”.
“En los tiempos modernos –añade- es importante recordar la importante aportación de san Francisco de Sales, que contempló con frecuencia el corazón abierto de Cristo, que nos invita a habitar en él, en una relación personal de amor que ilumina los misterios de su vida”.
Según el Papa, es bajo la influencia de la espiritualidad de Sales que “los acontecimientos de Paray-le-Monial tuvieron lugar a finales del siglo XVII. Santa Margarita María Alacoque relata una notable serie de apariciones de Cristo entre finales de diciembre de 1673 y junio de 1675”.
“Entre ellas –subraya el Papa Francisco- es fundamental una declaración de amor que se destaca en la primera aparición: Jesús dijo: ‘Mi divino Corazón está tan inflamado de amor por los hombres, y por ti en particular, que, no pudiendo contener ya en sí las llamas de su ardiente caridad, debe derramarlas a través de ti y manifestarse a ellos, para enriquecerlos con sus preciosos tesoros que ahora te revelo’”.
El Papa continúa: “Esta aparición, por tanto, nos invita a crecer en el encuentro con Cristo, confiando totalmente en su amor, hasta llegar a la unión plena y definitiva con Él”.
El Papa Francisco destaca también la influencia de su compañero jesuita san Claudio de La Colombière, director espiritual de Santa Margarita María: “San Claudio insiste en que la contemplación del Corazón de Jesús, cuando es auténtica, no provoca autocomplacencia o vana confianza en las propias experiencias o esfuerzos humanos, sino más bien un abandono inefable en Cristo que llena nuestra vida de paz, seguridad y decisión”.
El Papa ofrece luego amplias reflexiones sobre dos santos modernos estrechamente relacionados con la devoción al Sagrado Corazón: San Carlos de Foucauld y Santa Teresita del Niño Jesús.
Posteriormente dedica varios párrafos a explicar su creencia de que el Sagrado Corazón de Jesús tiene un papel importante en la historia de la Compañía de Jesús (Jesuitas).
Pero dice que “la devoción al Corazón de Cristo reaparece en el camino espiritual de muchos santos, todos muy diferentes entre sí; en cada uno de ellos, la devoción asume matices nuevos”.
“Aquí quisiera mencionar también las experiencias de santa Faustina Kowalska, que vuelve a proponer la devoción al Corazón de Cristo subrayando mucho la vida gloriosa del Señor resucitado y su divina misericordia”, escribe.
“La actualidad de la devoción al Corazón de Cristo se manifiesta de modo especial en la obra de evangelización y de educación que llevan a cabo las numerosas congregaciones religiosas masculinas y femeninas, cuyos orígenes están marcados por esta devoción profundamente cristológica. Citarlas a todas por su nombre sería una tarea interminable.”
El Papa Francisco dedica varios párrafos a defender la particular devoción de la “consola”, la práctica de ofrecer oraciones y reparaciones por los sufrimientos de Jesús; cuestionada como “teológicamente errónea” por algunos.
“Pido, pues, que nadie tenga en poco la fervorosa devoción del santo pueblo fiel de Dios, que en su piedad popular busca consolar a Cristo.”
El capítulo se centra en abordar los frutos prácticos que debe dar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
“Necesitamos retomar una vez más la palabra de Dios y darnos cuenta, al hacerlo, de que nuestra mejor respuesta al amor del corazón de Cristo es amar a nuestros hermanos y hermanas. No hay mejor manera de devolver amor por amor”, afirma.
«Este vínculo entre la devoción al Corazón de Jesús y el compromiso con los hermanos ha sido una constante en la historia de la espiritualidad cristiana», afirma el Papa, antes de ofrecer algunos ejemplos de la historia de la Iglesia, desde Orígenes hasta san Carlos de Foucauld.
“Precisamente porque la reparación evangélica posee esta dimensión social vital, nuestros actos de amor, servicio y reconciliación, para ser verdaderamente reparadores, necesitan estar inspirados, motivados y potenciados por Cristo. San Juan Pablo II también observó que “para construir la civilización del amor” nuestro mundo de hoy necesita el corazón de Cristo”, añade.
Posteriormente explica la importancia de pedir perdón como medio para sanar las relaciones.
«Un corazón capaz de compunción crecerá en la fraternidad y la solidaridad», afirma.
“Hermanos y hermanas, propongo que desarrollemos este medio de reparación, que consiste, en una palabra, en ofrecer al corazón de Cristo una nueva posibilidad de difundir en este mundo las llamas de su amor ardiente y gratuito. Si bien es cierto que la reparación implica el deseo de “reparar las injurias infligidas al Amor increado, ya sea por negligencia o por ofensa grave”, el modo más adecuado para hacerlo es que nuestro amor ofrezca al Señor una posibilidad de difusión, en reparación de todas aquellas ocasiones en que su amor ha sido rechazado o rechazado”.
«La misión -añade el Papa-, como irradiación del amor del Corazón de Cristo, requiere misioneros que estén ellos mismos enamorados y que, fascinados por Cristo, se sientan obligados a compartir este amor que ha cambiado sus vidas».
El Papa Francisco concluye: “Pido a nuestro Señor Jesucristo que conceda que su Sagrado Corazón siga derramando corrientes de agua viva capaces de sanar el dolor que hemos causado, de fortalecer nuestra capacidad de amar y de servir a los demás, y de impulsarnos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno”.