La vida eterna no es algo que se “consigue por la fuerza”, sino que es una herencia de Dios, afirmó el Papa León XIV en su discurso del Ángelus del 13 de julio.
La lectura del Evangelio del domingo, tomado del capítulo 10 de Lucas, relata la pregunta de un erudito a Jesús sobre qué hay que hacer para heredar la vida eterna, una pregunta que refleja todos los corazones humanos, dijo el Papa León.
“Esas palabras expresan un deseo constante en nuestra vida: nuestro anhelo de salvación, de una existencia libre de fracaso, maldad y muerte”, dijo el Papa León XVI al pronunciar su discurso desde su residencia de retiro en Castel Gondolfo, a unos cuarenta minutos del Vaticano. Su estancia de varias semanas en la residencia continúa una larga tradición papal de descansar durante el verano.
“Esta esperanza del corazón humano se describe como algo que se hereda, no algo que se gana por la fuerza, se mendiga o se negocia”, continuó el Papa. “La vida eterna, que solo Dios puede dar, se nos otorga como herencia, como los padres con sus hijos”.
La respuesta de Jesús al erudito es que debe hacer la voluntad de Dios, amándolo con todo el corazón y amando al prójimo como a sí mismo.
“Cuando hacemos estas dos cosas, respondemos al amor del Padre”, dijo el Papa León. “La voluntad de Dios es la ley de vida que el Padre mismo fue el primero en seguir, al amarnos incondicionalmente en su Hijo, Jesús”.
El Papa invitó a los fieles a mirar a Jesús para aprender qué es el amor auténtico: “generoso, no posesivo; un amor que perdona sin preguntar; un amor que se extiende y nunca abandona al otro”.
«En Cristo, Dios se hizo prójimo de cada hombre y mujer», continuó.
«Por eso, cada uno de nosotros puede y debe ser prójimo de todos aquellos con quienes nos encontramos. Imitando el ejemplo de Jesús, el Salvador del mundo, también nosotros estamos llamados a llevar consuelo y esperanza, sobre todo a quienes experimentan desánimo y decepción».
Es decisivo gastar la propia vida en la tierra en el amor y el servicio a los demás, subrayó el Papa.
Para vivir eternamente, no necesitamos burlar a la muerte, sino servir a la vida, cuidando a los demás en este tiempo que compartimos. Esa es la ley suprema que precede a todas las normas de la sociedad y les da sentido —concluyó—. Pidamos a la Virgen María, Madre de Misericordia, que nos ayude a abrir nuestros corazones a la voluntad de Dios, que es siempre una voluntad de amor salvador. Así, nos convertiremos en artesanos de la paz cada día de nuestra vida.
Tras rezar el Ángelus, invitó a los fieles a rezar por la paz y por las víctimas de la violencia y de la guerra.