“En 1940 se realizó una encuesta entre los profesores en la que se les pedía que enumeraran los cinco problemas más importantes de la escuela. Eran: (1) hablar sin esperar su turno; (2) mascar chicle; (3) hacer ruido; (4) correr por los pasillos; y (5) colarse en la fila. Cincuenta años después, se repitió la encuesta. La lista de 1990 se revisó sustancialmente: (1) abuso de drogas; (2) abuso de alcohol; (3) embarazo; (4) suicidio; (5) violación”.
Aunque se trata de un artículo de 1993, compartimos con ustedes unos extractos que nos ayudan a ver la dimensión de la degradación cultural reflejada en las escuelas:
“En 1940 se realizó una encuesta entre los profesores en la que se les pedía que enumeraran los cinco problemas más importantes de la escuela. Eran: (1) hablar fuera de turno; (2) mascar chicle; (3) hacer ruido; (4) correr por los pasillos; y (5) colarse en la fila.
Cincuenta años después, se repitió la encuesta. La lista de 1990 se revisó sustancialmente: (1) abuso de drogas; (2) abuso de alcohol; (3) embarazo; (4) suicidio; (5) violación.
Se podría citar una montaña de estadísticas. Podríamos aportar nuestras propias pruebas anecdóticas. Pero esta lista bastará para dejar claro que se ha producido una explosión de desviación en la sociedad estadounidense en los últimos cincuenta años. Las cosas se nos han ido de las manos.
¿Cómo lo hemos afrontado? Daniel Patrick Moynihan ofrece una visión llamativa en un ensayo reciente en The American Scholar titulado “Defining Deviancy Down”. Su argumento es que la desviación -delincuencia, familias desestructuradas, enfermedades mentales- ha alcanzado proporciones tan vastas e incomprensibles que hemos tenido que adoptar una forma singular de negación: Nos enfrentamos a la epidemia simplemente eliminando la mayor parte de la enfermedad. Reducimos el umbral de lo que estamos dispuestos a llamar normal para mantener el volumen de desviación -definida desviación- dentro de proporciones manejables.
Desde 1960, por ejemplo, la incidencia de la monoparentalidad se ha triplicado con creces.
Ahora afecta -y cualquiera que conozca las cifras de pobreza y las diversas patologías sociales asociadas a la monoparentalidad sabe que “afecta” es la palabra correcta- a más de una cuarta parte de todos los niños estadounidenses.Sin embargo, a medida que el problema ha ido creciendo, la cultura lo ha redefinido sistemáticamente -trabajadores sociales, intelectuales y, sobre todo, los medios de comunicación- como una simple elección de estilo de vida. Puede que Dan Quayle tuviera razón, pero Murphy Brown obtuvo mejores índices de audiencia”.
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Foto: feliphe-schiarolli/unsplash