El debate sobre la atención sanitaria en Washington es uno de los más feroces y trascendentales de nuestro tiempo, y no es ningún misterio por qué.
A diferencia de las políticas educativas o laborales, que afectan a segmentos de la población, la atención médica es universal. Todos los estadounidenses participan en el sistema de salud. Y con más de un billón de dólares en juego, es más que una batalla política. Es, de hecho, una batalla filosófica: de vida o muerte, de la persona humana y del significado mismo de la salud.
Esto es precisamente lo que hace que el giro filosófico del Departamento de Salud y Servicios Humanos bajo el secretario Robert F. Kennedy, Jr. sea tan significativo.
En una noticia que recibió poca cobertura la semana pasada, el secretario Kennedy cuestionó abiertamente una lista de “logros” de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, entre los que, según él, se incluía la celebración del aborto. También planteó preocupaciones, largamente esperadas, sobre la fluoración del agua y la seguridad de las vacunas de uso generalizado.
Lo que hace que este momento sea tan prometedor es la voluntad de Kennedy de desafiar la corrosiva suposición de que el embarazo es una enfermedad que debe “controlarse” en lugar de un regalo que debe protegerse.
Un tema importante en este sentido es el protocolo y la seguridad en torno al medicamento abortivo, la mifepristona. En un intercambio con el senador James Lankford (republicano por Oklahoma) hoy en el Capitolio, el secretario Kennedy señaló que se están recibiendo nuevos datos y que todos se están teniendo en cuenta. También enfatizó la necesidad de mantener altos estándares y reveló: «Sabemos que durante la administración Biden, de hecho, tergiversaron los datos para ocultar una de las señales de seguridad, una señal de seguridad muy alta».
El cambio de perspectiva de Kennedy no es meramente semántico; es de civilización. Al restaurar una comprensión adecuada de la biología y afirmar los procesos naturales del cuerpo humano, el Secretario Kennedy está ayudando a reorientar las políticas de salud pública hacia la curación, no hacia el daño.
En lugar de tratar el cuerpo humano como una carga que se controla mejor mediante la intervención farmacéutica, Kennedy nos insta a considerar pequeños cambios significativos —la dieta, los factores ambientales y la exposición a sustancias químicas— que contribuyen al bienestar a largo plazo. Plantea preguntas incómodas, pero necesarias, sobre la relación entre el aumento de las tasas de autismo, las enfermedades autoinmunes y nuestros calendarios de vacunación cada vez más agresivos.
En una valiente decisión, Kennedy reestructuró recientemente el comité asesor de vacunas de los CDC, que durante mucho tiempo estuvo compuesto por personas con fuertes vínculos financieros con la industria farmacéutica. En sus propias palabras, se había convertido en poco más que un simple “sello de goma”. La integridad y la ciencia, no los grupos de presión de la industria, deben guiar las decisiones sobre lo que entra en nuestros cuerpos y en los de nuestros hijos.
Su liderazgo también se extiende al ámbito nutricional. Nuestro suministro de alimentos, plagado de aditivos sintéticos e ingredientes irreconocibles para el consumidor promedio, necesita una reforma urgente. ¿Es necesario tener un título en química para entender qué se le da de comer a la familia?
Incluso el lenguaje está bajo escrutinio. Un alto funcionario de los CDC insistió recientemente en usar el término “personas embarazadas” en su renuncia, lo que pone de manifiesto una tendencia preocupante: el rechazo de las verdades biológicas básicas por parte de quienes tienen la responsabilidad de salvaguardar la salud pública. Esto no es solo una disputa de palabras. Es una ventana a una ideología que ha perdido su arraigo en la realidad.
La lucha por la reforma sanitaria es, en esencia, una lucha por la dignidad de la persona humana. Para construir una civilización en la que podamos prosperar, debemos comenzar con políticas que respeten la sabiduría inherente del cuerpo humano y la sacralidad de su diseño.
Las audiencias de hoy en el Capitolio subrayaron ese mensaje aún más: Kennedy se opuso valientemente a las mentiras farmacéuticas asociadas con el lanzamiento de la vacuna contra el COVID y la politización de nuestro sistema de salud.
Como exdemócrata y el miembro con mayor porcentaje de votos en el gabinete de Trump, podría estar mejor posicionado que nadie para cuestionar la captura ideológica y basada en intereses. Como dijeron de Nixon, nadie más podría haber ido a China.
Con Kennedy, presenciamos más que un cambio de política: presenciamos la rehumanización de la atención médica . ¡Adelante con la revolución MAHA!