En una columna publicada en Newsweek, Ashley McGuire hace una acertada crítica a la postura del FBI respecto de los católicos, postura que, aunque basada en informes risibles y mediocres, es preocupante y peligrosa. McGuire, sin embargo, sostiene con sana ironía que el FBI podría aprender mucho en sus subrepticias incursiones a Misa. Podría ser testigo, por ejemplo, de uno de los pocos lazos que mantienen unida a la sociedad. Toma nota y aprende, FBI.
En su columna de opinión, Ashley McGuire señaló lo siguiente:
““Está bien ser católico romano, ¿verdad?”.
Esa fue la pregunta que el congresista Jeff Van Drew (republicano de Nueva Jersey) planteó a un funcionario del FBI en las recientes audiencias de investigación dirigidas por el congresista Jim Jordan (republicano de Ohio).
“Que alguien me conteste, por favor”, siguió Van Drew, tras un incómodo silencio.
Le perdonarán por preguntar. Las audiencias, ignoradas casi por completo salvo por un puñado de medios de comunicación conservadores, analizaban el memorando filtrado del FBI que alegaba algún tipo de vínculo entre lo que denominaba “ideología católica radical-tradicionalista” y el “extremismo violento”. Ahora se ha demandado al FBI por no haber atendido una petición normal de la FOIA para que divulgara los correos electrónicos en los que se discutía su contenido. La contumacia de la agencia no es sorprendente, dado el espantoso contenido del memorando.
En su título, el memorando afirma que “los extremistas violentos con motivación racial o étnica de ideología católica radical-tradicionalista presentan casi con toda seguridad nuevas oportunidades de mitigación”. Discute “nuevas vías para el desarrollo de trampas y fuentes”, incluyendo “a través del acercamiento a las parroquias católicas tradicionalistas y el desarrollo de fuentes con la colocación y el acceso para informar sobre” estos supuestos extremistas, entre otros. Eso es jerga para “conseguir que sacerdotes y feligreses locales espíen a compañeros de misa”.
El memorándum es casi risible. Está claro que algún novato del FBI leyó demasiadas novelas de espías y se puso a escribirlo.
Pero esto no era una novela. Era un memorando muy real que proponía una operación del FBI para espiar a personas de determinadas creencias religiosas en sus lugares de culto y parece que fue aprobado inicialmente -aunque posteriormente desautorizado- por personas de mucho más rango que el autor del memorando. La citación del diputado Jordan afirma que los informantes han dicho a su comité que “el FBI distribuyó [el memorándum] a las oficinas de campo en todo el país” y consideró ampliar su operación para incluir “las principales iglesias católicas” y “el ‘liderazgo diocesano’ local”.
Resulta aún más desquiciante si se tiene en cuenta que los católicos romanos son actualmente objeto de un alarmante patrón de ataques, muchos de ellos por parte de verdaderos extremistas violentos a los que no les gusta la postura de la Iglesia en cuestiones como el aborto. Según un rastreador mantenido por CatholicVote, desde que en mayo de 2022 se filtró la decisión del Tribunal Supremo que anulaba Roe contra Wade, se han producido casi 150 ataques contra iglesias católicas. Desde que CatholicVote inició el seguimiento en mayo de 2020, la cifra supera los 300”.
Además, la autora señaló lo siguiente:
“¿Y qué le da derecho al gobierno a decidir qué formas de cristianismo son aceptables y cuáles no? ¿Es cuando las creencias de un grupo no coinciden con las de la actual administración presidencial? ¿Y dónde acaba eso? No con los católicos, tenlo por seguro. No olvidemos que se trata del mismo FBI que fue sorprendido “investigando” a unos padres tachados de “terroristas domésticos” porque les molestaba que sus hijos se quedaran fuera de las escuelas públicas durante 18 meses durante la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, el FBI no anda del todo desencaminado en su idea de que el gobierno federal podría aprender mucho enviando agentes a misa. El otro día, en la misa dominical, se me ocurrió que esa hora es el único momento de toda la semana que paso bajo el mismo techo con ancianos, discapacitados, niños de todas las edades, personas de todos los estratos socioeconómicos y razas, y personas de distintas creencias políticas. Las iglesias católicas, como tantos otros lugares de culto, son uno de los pocos hilos que mantienen unida a una sociedad que se desintegra.
Un gobierno que pretenda sofocar el extremismo violento debería estudiar los pocos lazos que aún nos unen, en lugar de intentar cortarlos”.
Puede leer la columna en inglés completa aquí.