Kashif Masih, un cristiano paquistaní de 35 años, fue secuestrado, torturado con clavos y golpeado con barras de hierro hasta la muerte. El crimen, atribuido al exoficial de policía Malik Irfan y sus cómplices, ha generado indignación entre defensores de los derechos humanos, quienes afirman que no se trata de un caso aislado, sino de un patrón de violencia sistemática contra las minorías religiosas en el país.
Masih trabajaba desde hace tres años en la finca de Irfan. El 11 de mayo, fue citado al establo donde lo acusaron de haber robado un teléfono móvil. Sin mediar juicio ni evidencia, Irfan, sus familiares Areeb Babar e Ijaz Ikramullah, junto a otros hombres, lo torturaron salvajemente: lo golpearon con palos y martillos, e incluso le clavaron puntas de acero en las piernas.
Horas después, a las 2:30 a.m. del 12 de mayo, los agresores se presentaron en casa de Riyasat, hermano mayor de Kashif, para inspeccionar el domicilio. “Buscaron en toda la casa y no hallaron nada. No nos dijeron que ya lo tenían secuestrado desde el día anterior”, declaró Riyasat a Christian Daily International. A las 5 a.m., vecinos avisaron que Kashif había sido arrojado a la calle, aún con vida. Lo encontraron agonizando, cubierto de sangre y con signos evidentes de tortura.
Masih murió poco después. Su madre, viuda y anciana, quedó devastada. “Somos nueve hermanos. Kashif era el quinto. No tengo palabras para describir el dolor que sentimos”, dijo Riyasat.
La familia está convencida de que el robo fue solo una excusa. “Si realmente pensaban que había robado, pudieron llamar a la policía. No había necesidad de matarlo así. Creemos que hubo otra razón detrás”, afirmó su hermano.
Organizaciones cristianas locales se han movilizado para ofrecer apoyo legal a la familia. “Estamos muy agradecidos con la comunidad que ha recaudado fondos y nos ayuda a buscar justicia”, dijo Riyasat.
Las autoridades arrestaron a Irfan el 13 de mayo, pero Babar e Ikramullah obtuvieron libertad bajo fianza anticipada. Los demás implicados siguen prófugos. La familia, además, teme represalias debido al poder político e influencia del exoficial Irfan en la región.
El caso ha generado preocupación entre activistas por la libertad religiosa. Joseph Janssen, defensor de las minorías, recordó que no es la primera vez que un cristiano es asesinado brutalmente. Mencionó el reciente caso de Asif Masih, otro joven cristiano torturado hasta la muerte.
“Esta clase de crímenes no ocurren en el vacío. Pakistán debe asumir sus compromisos internacionales en derechos humanos. La impunidad sistemática permite que policías y poderosos actúen como verdugos”, advirtió Janssen. “Cuando una placa se convierte en licencia para matar, la justicia se transforma en tiranía”.
La familia Masih ha pedido protección al Estado y clama por un juicio justo. El temor ahora no es solo el dolor de la pérdida, sino el miedo a que la justicia jamás llegue.