Menos regulaciones, más libertad: la administración Trump tomó medidas decisivas para devolver el control de la educación a las familias y los estados. Necesitará la aprobación del Congreso para eliminar el departamento por completo.
Desde el primer día, la administración de Donald Trump dejó en claro su objetivo de transformar radicalmente el sistema educativo de Estados Unidos. La reforma del Departamento de Educación no fue una idea improvisada, sino una misión bien definida para reducir la injerencia federal y devolver el control a los estados, los padres y las comunidades locales.
Uno de los pilares de esta estrategia fue Linda McMahon, una de las aliadas más firmes de Trump, quien siempre abogó por un gobierno más eficiente y menos intrusivo. McMahon, quien dirigió la Administración de Pequeñas Empresas (SBA), compartía la visión del presidente de que la educación en EE.UU. estaba atrapada en una maraña de regulaciones y burocracia que sofocaba la innovación y el aprendizaje.
Trump y McMahon impulsaron políticas que buscaban limitar el poder del Departamento de Educación y permitir que las decisiones educativas se tomaran a nivel estatal y local. Se promovió la descentralización del sistema educativo y la expansión de opciones como los vales escolares y las escuelas chárter, ofreciendo a los padres más alternativas para la educación de sus hijos.
En múltiples ocasiones, Trump manifestó su rechazo a un sistema educativo dominado por burócratas en Washington, insistiendo en que los padres y las comunidades deberían tener la última palabra en la formación de los niños. Esta postura se alineaba con su filosofía general de gobierno: menos regulación, menos intervención y más libertad individual.
McMahon también enfatizó la necesidad de revisar el papel del Departamento de Educación, argumentando que muchas de sus funciones eran redundantes o podían manejarse mejor a nivel estatal. Esta visión chocaba directamente con la de los defensores de un sistema centralizado, pero reflejaba la determinación de la administración Trump de poner fin al control excesivo del gobierno federal sobre las escuelas del país.
Las reformas propuestas por la administración Trump no solo buscaban cambiar las reglas, sino transformar la manera en que se concibe la educación en Estados Unidos. En lugar de un sistema dominado por mandatos desde Washington, su visión apostaba por la autonomía, la competencia y la libertad de elección.
El mensaje fue claro: la educación no debe estar en manos de burócratas, sino de aquellos que realmente conocen y entienden las necesidades de los estudiantes. Y esa siempre fue la intención de Linda McMahon y del gobierno de Trump: devolver el poder a las familias y garantizar que cada niño tenga acceso a una educación de calidad sin la interferencia del gobierno federal.