Tras ordenar una sorpresiva pausa en el envío de armas clave a Ucrania, el presidente Donald Trump anunció que Estados Unidos retomará el suministro militar a Kiev. El giro ocurre en medio de una ofensiva rusa que dejó más de una decena de muertos, una creciente presión internacional y dudas sobre la estrategia de Trump para acabar con la guerra que prometió resolver desde el primer día de su segundo mandato.
En un giro inesperado, el presidente Donald Trump anunció que Estados Unidos “tendrá que enviar más armas a Ucrania”, apenas días después de que su administración ordenara una pausa en la entrega de misiles Patriot, proyectiles de artillería guiada y otros equipos militares cruciales. La decisión original, tomada por el Pentágono, sorprendió a funcionarios ucranianos y a aliados europeos, al llegar en un momento de máxima vulnerabilidad para Kiev.
“Tenemos que hacerlo”, dijo Trump a periodistas este lunes. “Tienen que poder defenderse”. La declaración llegó horas después de una ola de ataques rusos que dejó al menos 11 muertos y más de 80 heridos, incluidos varios niños. El presidente estadounidense habló al inicio de una cena en honor al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, donde también manifestó su frustración con el presidente ruso Vladímir Putin: “No estoy nada contento con el presidente Putin”.
La semana pasada, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, ordenó una revisión global de todas las transferencias de armas y ayuda internacional. Según la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, la medida busca asegurar que “todo lo que sale por la puerta esté alineado con los intereses de Estados Unidos”. Sin embargo, la suspensión temporal de suministros vitales para Ucrania —como los misiles Hellfire y la munición para obuses— generó incertidumbre sobre el compromiso estadounidense frente a la invasión rusa, que ya entra en su cuarto año.
La pausa coincidió con una ofensiva aérea masiva de Moscú: más de 1.200 drones, 39 misiles y cerca de 1.000 bombas planeadoras fueron lanzados sobre territorio ucraniano en los últimos días, según reportes del presidente Volodymyr Zelenskyy. La presión sobre Trump para reanudar el flujo de armas no solo proviene del campo de batalla, sino también de aliados de la OTAN preocupados por el mensaje contradictorio que pueda estar enviando Washington.
Trump ha prometido reiteradamente que pondrá fin al conflicto ucraniano “el primer día” de un eventual segundo mandato. No obstante, sus decisiones recientes —como la pausa temporal en envíos militares— han sembrado dudas sobre cómo pretende lograr esa meta sin ceder terreno estratégico a Rusia. Aunque Trump insiste en que quiere evitar una escalada y garantizar que Estados Unidos conserve sus propias reservas defensivas, la agresión rusa y la presión de sus aliados parecen haberlo obligado a corregir el rumbo.
El dilema de Trump refleja un equilibrio complejo entre su retórica de “America First” y el papel histórico de liderazgo global de Estados Unidos. Mientras tanto, los ucranianos enfrentan una situación cada vez más crítica.
Las fuerzas rusas están intentando avanzar en múltiples sectores de la línea del frente, que se extiende por más de 1.000 kilómetros. Al mismo tiempo, Ucrania depende más que nunca de sistemas de defensa aérea, como los Patriot, para proteger sus ciudades. En respuesta a la incertidumbre estadounidense, Kiev ha firmado nuevos acuerdos con empresas europeas y norteamericanas para aumentar su capacidad de producción de drones defensivos, interceptores y municiones.
Zelenskyy lo dejó claro: “La defensa aérea es lo primordial para proteger la vida”. En paralelo, los drones ucranianos se han convertido en una herramienta clave para compensar la escasez de tropas, además de ser usados como contraofensiva en el territorio ruso, donde han atacado fábricas y centros de reclutamiento.
La tensión también se percibe dentro de Rusia. Roman Starovoit, ministro de Transporte y exgobernador de la región fronteriza de Kursk, fue encontrado muerto el lunes en lo que las autoridades describieron como un aparente suicidio. Su destitución por parte de Putin había sido anunciada horas antes, tras un fin de semana de caos aéreo por posibles ataques con drones ucranianos.
Según medios rusos, Starovoit estaba siendo investigado por presunto desvío de fondos estatales destinados a fortificaciones defensivas, un caso que podría reflejar la creciente presión interna en Moscú ante los fallos militares.
Con el frente militar intensificándose y las decisiones en Washington oscilando entre la prudencia estratégica y la respuesta humanitaria, la guerra en Ucrania sigue sin una solución clara. El cambio de postura de Trump podría aplacar temporalmente las críticas, pero también refuerza la percepción de una política exterior errática, donde las prioridades cambian con rapidez frente a la presión mediática o militar.
Lo cierto es que, al menos por ahora, Estados Unidos seguirá armando a Ucrania, y Kiev continuará resistiendo. Pero la gran incógnita persiste: ¿puede Trump cumplir su promesa de paz rápida sin cederle el terreno a Putin?