¡El mundo al revés! O bueno, Ciudad de México al revés. En esta columna, Eduardo Verástegui reacciona y analiza el vídeo viral de la policía que valientemente quiso usar el sentido común en el ejercicio de su función, evitando que un varón entre al -ya absurdo- vagón de mujeres en el metro de México.
¡Familia querida! No andamos bien. No andamos para nada bien. Este miércoles se viralizó el video de una oficial de policía que impidió el paso a un señor que alegaba sentirse mujer, al área exclusiva de mujeres en el metro de la Ciudad de México. Luego de grabar a la oficial de policía, acosarla, llamar al superior y terminar no solo logrando viajar en un área de uso exclusivo para hembras adultas de la especie humana, sino perjudicando a la oficial con una sanción y una “capacitación en perspectiva de género”, como si estuviéramos viviendo en una mátrix diseñada por George Orwell en su 1984…
Aquí y en la Luna, el señor de la izquierda es un vato, y no hace falta convencerte de que la oficial de policía actuó mal.
— Eduardo Verástegui (@EVerastegui) August 14, 2025
Estoy leyendo que la van a sancionar. ¿Alguien que pueda contactarla? Ya basta de que algunos hombres se hagan los “vulnerables” cuando tienen el poder de… pic.twitter.com/0fBFt8L7vx
Vamos por partes y cucharadas, familia: este vagón por sí solo, ya parte de una premisa violenta y discriminadora: “todos los varones son potenciales agresores y violadores”. En aras de proteger a las mujeres dándoles un vagón privilegiado, que usa la misma lógica de los baños de mujeres (si no entran hombres, no hay violencia de hombres a mujeres), se les “aseguraba” un espacio libre de “amenaza” masculina.
Se ha generalizado esta idea de que el hombre es un agresor porque esa es su naturaleza. El feminismo ha instalado en el imaginario colectivo la peligrosa idea de que el hombre, por el mero hecho de serlo, es un potencial agresor o violador. A través de décadas de discursos ideológicos, se ha alimentado la noción de que la masculinidad es sinónimo de violencia y opresión, ignorando que los crímenes y abusos no responden a una “naturaleza” masculina, sino a decisiones individuales y en muchos casos, a la degradación moral y cultural que afecta a ambos sexos. Este planteamiento no solo es injusto para los hombres, sino que erosiona la confianza entre los sexos, convirtiendo cualquier relación en un campo de sospechas y resentimientos.
Algunas autoras feministas han llevado este prejuicio al extremo, como la influyente académica radical Andrea Dworkin, quien llegó a sostener que “el acto heterosexual es la violación en sí misma” y que las mujeres solo podrán liberarse plenamente del yugo masculino a través del lesbianismo político. En su visión, el varón no solo está culturalmente condicionado para oprimir, sino que su propia existencia dentro de la heterosexualidad es un peligro intrínseco para la mujer.
Gracias a estas ideas es que nos han atribuido a los hombres la falsa característica de la violencia, la agresión, el acoso, la intolerancia, la explosividad desenfrenada y lo que les encanta llamar, la mascunilidad tóxica; fomentando divisiones irreconciliables entre personas que estamos destinadas a funcionar en equipo, como complementos, hombres y mujeres. Quieren echarnos a pelear para que, mientras ellos impulsan sus agendas perversas, nosotros estemos ocupados en repartir culpas. El mismo cuento de siempre impulsado por los mismos de siempre. Y si no salimos de esta narrativa, no vamos a poder avanzar ni en sentido común, ni en el bien verdadero.
¿Cuál es la diferencia entre un señor con peluca, uñas postizas, implantes y maquillaje; y uno normal? ¿Los implantes en el pecho? ¿La mutilación de los genitales? ¿La disforia de género? La diferencia es que unos dicen ser parte de un grupo vulnerable mientras tienen a toda la partidocracia volcada a su favor. Son capaces de hacer que corran a una mujer de su trabajo por haberse resistido a ser parte de su fantasía.
Pero aquí tenemos que hacerlos toparse con pared. Aquí es donde las feministas se dividen. Algunas abogan por los vatos disfrazados, mutilados o maquillados; y otras se hacen llamar TERF y no piensan cederle un solo centímetro a los varones dentro de su movimiento. Podemos debatir sobre la viabilidad de la división de los vagones del metro por sexos. Podemos sentarnos a plantear nuevas y mejores soluciones a los problemas de violencia que sufren las mujeres en México, no solo en el transporte público, sino en todos lados y en cada aspecto de sus vidas. Pero dejar que estos wokistas y zurdos globalistas impongan sus caprichos mientras se hacen las víctimas, eso, querida familia, eso no lo podemos ni vamos a permitir.
Volvamos a la situación de la oficial de policía. El tipo era evidentemente un hombre vestido como mujer. ¿Por qué tiene que permitirle el acceso que se le ha ordenado que es solo para mujeres? Algunos progres apelarán a la legislación, esa misma que aman siempre y cuando les favorezca. Apelarán a ella para decir que las mal llamadas “mujeres trans” deben recibir el mismo trato que las mujeres. Esto sucede cuando se le cede a la mentira un lugar privilegiado en las normas de convivencia básica. Las fuerzas del orden tienen que “respetar” un delirio personal de un individuo con serios problemas de percepción de la realidad so pena de sanción y “capacitación” ¿en qué? en género. Ese concepto que separaron por completo del sexo para meter sus agendas e ideas vacías de todo sentido.
Ahí va la partidocracia con su lógica ilógica: “El Metro opera bajo lineamientos que promueven la inclusión y el respeto a la diversidad. Invitamos a todas las personas usuarias a denunciar cualquier acto de discriminación por motivo de género que se presente en la red”, dice un comunicado del Metro luego de la viralización del vídeo.
¿Cómo van a hablar de discriminación como algo malo si la sola existencia de ese vagón discrimina a los ciudadanos varones de la Ciudad de México? ¿Cómo pretenden defender a las mujeres si minimizan cualquier crimen en nombre del género y para colmo sancionan a una mujer que solo cumplía con su trabajo, condenándola a un curso de adoctrinamiento wokista?
Pero los mexicanos están despertando. Hombres y mujeres somos más fuertes juntos. La oficial actuó con valentía: dijo la verdad, se plantó frente a un hombre que la grababa y no se dejó intimidar. Mañana podría ser cualquier niña, cualquier miembro de nuestras familias, quien tenga que plantarle cara a un hombre con problemas mentales… y el Estado salga en defensa del hombre. Ya hemos visto demasiados casos donde el interés superior del niño se deja de lado para complacer a inadaptados sociales.
Oficial, ya somos más de 15 mil mexicanos que le decimos: ¡NO ESTÁ SOLA!
Tiene mi apoyo y el de millones de mexicanos que estamos hartos de ver cómo los mismos de siempre contaminan nuestra patria, nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestro hermoso México con ideologías baratas. Si alguien que lee esto puede ayudarnos a entrar en contacto con la oficial Lira, que me lo haga saber por mis redes. No podemos quedarnos callados ni cruzados de brazos. Hay que sumar esfuerzos, hay que jalar parejo.
¡Porque juntos somos más fuertes!
¡No estás sola!
— Eduardo Verástegui (@EVerastegui) August 14, 2025
¡No estás sola!
¡No estás sola!
¡No estás sola!
¡No estás sola!
¡No estás sola! pic.twitter.com/YO5y3tpfmF